Motorizado otra vez

Desde junio del año pasado me vi reducido a nivel de peatón debido al súbito fallecimiento de mi queridísimo Ford Focus. En casa pasamos de tener dos coches a tener sólo uno. Entre eso y los autobuses nos íbamos arreglando bastante bien. Menos gastos porque eliminábamos un impuesto de circulación, un seguro, revisiones, cambios de neumáticos y demás, pero con dos inconvenientes fundamentales: cuando tocaba llevar el coche a reparar o a una revisión nos quedábamos vendidísimos salvo que nos pudieran prestar otro, y a mi se me habían acabado las excursiones en días de diario, esas que tanto juego dan y tanto me entretenían. Como la parienta anda liadísima los fines de semana, muchas veces tampoco me podía ir a mi bola. Una pena.

Hace unos días salgo a estirar las piernas, me pongo de cháchara con una vecina y me cuenta que su tío de 94 años ha decidido no volver a conducir. Es más, tiene el coche parado desde hace ocho meses y va a venderlo pero seguro que no le dan nada. ¿Cómorrrlll? Quieto parao que eso hay que aprovecharlo… nos pusimos en contacto, charlamos un rato, me fui a ver el coche y se trata de un Clio de 1993, hace un porrón de años, peeeeeero… con sólo 54.000 kilómetros. Ruedas nuevas, hasta con los pelillos esos que traen por los laterales. Interior perfecto. Cuatro rasponazos fuera pero nada grave. Cierre centralizado, elevalunas eléctrico, ITV en vigor, frenos puestos a punto para la ITV. Me confesaba el hombre que lo usa para hacer sus recadillos y que las únicas veces que le dio un poquito de caña al coche fue yendo hacia Torrelavega ¡pero sin pasar de cien! No sé si habrá metido quinta alguna vez. Veo el papelito que cuelga del mando de las luces. Cambio de aceite con 46.000 kilómetros. Fecha: 2007. Increíble. Es que ni me lo pienso. Buen hombre, venga para aquí que vamos a hacer negocios. Le ofrezco quinientos euros por ser usted y le saco ese coche de encima. Cerramos trato, firmamos papeles, presentamos documentación en la DGT, el hombre apenado porque el coche era como de la familia pero contento porque lo dejaba en buenas manos. Y así es cómo desde ayer soy el afortunado poseedor de un vehículo casi histórico. Este mismo…
El Clío
No es que sea una joya, no es que sea bonito, no es que me guste especialmente, pero nos hace un avío de cuidado y si algún día lo cambiamos por uno nuevo se recupera lo pagado a cuenta del plan Pive. Sentado al volante por primera vez fue como retroceder veinticinco años a la época de mi primer R5, porque además el cuadro y el salpicadero es casi igual. Acostumbrado a servofrenos decentes me daba la impresión que al coche le costaba dios y ayuda detenerse, pero según fui haciendo kilómetros parece que los frenos iban poniéndose a tono y el Clio andaba con más alegría. Acabé metiéndome en la autovía y los cien por hora los sostiene sin problemas. El motor debía estar extrañadísimo… ¡Cuatro mil rpm! ¡Lo nunca visto! Si resiste y no saltan los pistones al tercer día será coprotagonista de unas cuántas aventuras por Cantabria adelante.

4 comentarios Escribir un comentario

Deja una respuesta


Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.Más información sobre las cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies