Caminaba felizmente y ensimismado en mis pensamientos, paseando los perros acá y acullá donde el viento tuviera a bien llevarnos cuando al circundar una finca pude observar al lado del camino lo que en principio me parecieron ser tres patatas, aunque observándolas más de cerca pude concluir que por su igualdad en tamaño, forma y situación, aquellas patatas no eran tales sino huevos. Pero… ¿qué pintaban tres huevos allà solos?
Solos no, vigilados a distancia que no es lo mismo. Una vez fui detectado, oà una especie de graznido a lo lejos y vi un par de ocas, gansos, o bichos de esa familia que tan mala leche parece tener, expresando su malestar por la situación económica mundial y ya de paso por mi presencia cerca de lo que debÃa ser su nido.
A las dos ocas se unió una tercera y entre ellas una destacaba como la mas «echada p’alante» y carente del mas mÃnimo miedo al ver un ser que le cuadruplicaba en altura y guiaba con dos correas a dos fieras peludas capaces de darle la patita a la mas mÃnima señal de su dueño.
La oca, ganso o asimilado, que no se corta un pelo y enfila directo hacia mi bufando y silbando como si de una cobra se tratara. Es increÃble los bufidos que pegan, parecen totalmente una serpiente.
Fijaos bien, a riesgo de mi vida me quedé allà plantado como un campeón para obtener la instantánea del animal a puntito de atacar. Insisto que bufaba como si los de Novacaixagalicia le hubieran recomendado invertir en preferentes todos los ahorros de su vida como ganso. Y yo, allÃ, sólo y desarmado, a merced de la voluntad del animal… ¿qué serÃa de mi?
¿Pues qué iba a ser? Que uno no es tonto. De cerebro escasamente desarrollado, limitadamente funcional y dudosamente capacitado para un uso normal, pase, pero tonto, lo que se dice tonto no soy o por lo menos no del todo. Habiendo escuchado terribles historias de gente que acabó comido por el Ganso de los Baskerville en noches de luna llena, si no es con verja por medio no me acerco a un bicho como éste a pecho descubierto salvo que tenga la división Brunete cubriéndome la retaguardia por lo menos.
Y asÃ, queridos amigos, concluye por hoy la lección con una moraleja muy sencilla: a los gansos no les gusta que les toques los huevos cuando andas por el campo.
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