Además de las cuevas, en el exterior de «El Soplao» hay un montón de cosas qué retratar: bien sean los paisajes, las panorámicas o incluso unas cosas «artísticas» de esas modernas que había por allí, no sé si temporalmente o forman parte habitualmente de las instalaciones. Primero un huevo cósmico que mostraba al final de la entrada del enlace anterior y bien cerquita, una cosa que no acabo de ver muy claro cómo funciona o cómo debe ser usada. Concretamente, esto:
Dos chapas plateadas puestas en vertical, amarradas por cables al suelo e impolutas en cuanto a limpieza y brillo de modo que si te pones detrás y ves entre las dos planchas puedes contemplar el panorama. O a lo mejor es para ponerse en el centro y verte reflejado hasta el infinito y más allá. O para taparte del viento que sopla allá en lo alto. O freir un huevo gracias al reflejo del sol. O son para que la parienta se retoque el maquillaje, quien sabe, al no haber manual de instrucciones toca inventarse el modo de uso.
Tal invento recibe por nombre «Nos-otros son otros» con lo cual «me quedo como estaba», que diría mi madre. Este autor hizo una exposición en Salamanca donde juega con los espejos, que según el artista “Son espacios vacíos que solo se habitan al mirarlos. Cuando no estamos ante ellos estas mágicas superficies ignoraran este mundo”. Vale. Para la próxima vez ya sé que hay que meterse en el medio a ver si no me llevo un susto con el tío tan feo que se refleja en el metal.