Una de las ventajas de andar por el mundo a la buena de dios, sin rumbo y sin buscar información previa es que muchas veces ni siquiera sé lo que me voy a encontrar y la sorpresa es mayor. Como el dÃa que rondaba los alrededores de Torrelavega. Al entrar en Tanos aparece esta pedazo estatua hecha con mi querido hierro oxidado. Madre de dios, qué barbaridad…
Y no es pequeñita precisamente, sus buenos diez metros de alto debe medir. En cuanto la cruzas pasas a una nueva dimensión de acojone y sinpalabrismo. La miré, remiré, me di una vuelta completa a la rotonda, seguà sin encontrarle ningún sentido pero por lo menos queda documentado y bien documentado en fotos no vaya a ser que mañana me levante y piense que lo he soñado.
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