Este es el relato de otra de esas sesiones para culturizarme que me pego recorriendo museos y salas de exposición, aunque a veces me pregunto si no será mejor irme de bares o a pegarle patadas a un balón porque seguro que le saco más provecho. Veamos. Me voy al Museo de Arte Contemporáneo. Hay una cosa expuesta que se parece mucho a eso… a una cosa.
¡Vaya! Por una vez coincido con la opinión del autor y el nombre hace justicia a lo expuesto…
En otra esquina un montón de platos, unos enteros y otros rotos, con la efigie de Fernando VII. Epatado me hallo francamente.
Visita al Palacete del Embarcadero donde se puede ver una exposición llamada «En torno a la Escuela de Altamira». Esperaba encontrar bisontes y esas cosas que pintaban los altamireños pero no, habÃa una serie de inventos inenarrables en la contemplación de uno de los cuales os dejo. Sin palabras, oiga.
Pero lo más de lo más de lo más fue en la exposición de Sol Lewitt que se puede visitar en la Fundación BotÃn. Unos dibujos lineales pintados en las paredes y un cartel explicativo que me ha causado una esguince de neurona con muy mal pronóstico. Leedlo, pero despacito no os vayáis a herniar mentalmente.
Lo sé. Lo reconozco. ArtÃsticamente soy un cateto por no saber captar el trasfondo artÃstico de todos estos elementos. Qué le vamos a hacer si el dÃa de reparto de cerebros a dios se le cayó el que me iba a poner a mi y quedó medio espachurrado. Es lo que me toca, sufrirlo y sobrellevarlo como buenamente se pueda.
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