En plena visita al interior del Palacio de Sobrellano dejábamos la entrada anterior y poco nos quedaba por ver. Poco visitable me refiero, porque el Palacio tiene tres plantas y sólo se ve la planta baja. El primer piso es el de los dormitorios y arriba, curiosamente porque es una distribución poco habitual, están la cocinas y los alojamientos de los sirvientes.
Tras pasar por comedores y salones acabamos en una estancia-museo donde se pueden ver expuestas un montón de piezas etnográficas variadas, estatuas de la virgen, sillones regios y demás cachivaches pertenecientes a la colección del marqués.
A mi me encantó esta, hay que ver el dominio que tienen los canteros para hacer semejantes inventos de una pieza, qué habilidad para hacer esas curvas, esas entradas y salidas. Si lo intento hacer yo, irÃa de desastre en desastre desde el primer al último dÃa.
Ultima estancia: la biblioteca con sus mesas, sus sillones y sus libros.
Bueno, sus libros no, sus casi libros porque son falsos y están hechos de madera según pude ver gracias al teleobjetivo.
Aquà la mesa para jugar al tute, deporte ibérico por excelencia. El año que lo acepten en las olimpiadas, arrasamos.
Y poco más. Interesante visita, muy bien explicado por la guÃa, muy amena, mezclando historia y anécdotas. AlegrÃa al ver que se podÃan sacar fotos y soberano disfrute para el dedo de apretar el disparador, que acabó con agujetas.
Hubiéramos visto también la capilla anexa, que es visitable por otros tres euros, pero nos dijeron que no se podÃa «debido a un problema eléctrico» asà que nos quedamos con las ganas. Lo que sà vimos mientras bajábamos una rampa para salir de los jardines fue el «Capricho de Gaudû, que queda justo al lado y se ve perfectamente a través de las vallas del Palacio.
Es bien llamativo, con esas formas tan particulares y ese torreón tan gaudiniano.
Verde y recubierto de los azulejos amarillos con un girasol en relieve que son sÃmbolo del edificio. En alguna tienda de Comillas he visto a la venta como recuerdo pequeños azulejos similares.
También se pueden ver en cornisas, fachadas, chimeneas y demás. Lo que no he visto nunca ha sido el interior, hace años era un restaurante y un dÃa casi paramos a comer allÃ. Cambiamos de planes y no fuimos, pero bueno, eso puede servirnos de motivo para volver a Comillas a echarle una ojeada y comprobar si es tan vistoso por dentro como por fuera.