Un corazón en el acantilado

Madre mía que volvemos a las andadas, no doy abasto a sacar todo lo que tengo pendiente. Me paro a repasar fotos y veo éstas que saqué a principios de marzo aprovechando un día de sol en los primeros atisbos de la primavera que se aproximaba. Ni tiempo había tenido para publicarlas, y lo que es peor, con la llegada del buen tiempo se incrementan aritméticamente el número de excursiones y exponencialmente el número de fotos pendientes. Mejor no agobiarse y asumir que en 2014 acabará pasando lo que en 2013, que al final se quedaron casi mil fotos variadas pendientes de publicar y probablemente ya no vean la luz del blog porque las siguientes vienen pidiendo paso.

A lo que íbamos. Fijaros qué día más precioso. Tenía ganas de pasarme por la playa de Loredo y allá me fui. Una vez pisé la arena se me acordó que en la otra esquina estaba la playa de los Tranquilos así que cambié de idea, de playa y a los Tranquilos me fui. Aparco justo al lado del mirador desde el que se baja a la playa, menuda diferencia con lo que pasa en verano que hay bastante más lío de tráfico.
Playa de Los Tranquilos
Miradita por aquí, miradita por allá, veo un caminito que parte a la derecha del aparcamiento y cerca de los acantilados. Camino, ruta, senda, acantilados, mar, palabras que me atraen como un imán, iba a ver playa pero acabo caminando por las rocas al borde del precipicio. A lo lejos distingo un saliente con dos personas encaramadas. Pues si ellos llegaron allí es que se puede llegar de modo que encamino mis pasos en esa dirección.
Mirador en el acantilado
Y allá fui. Preciosas vistas de la entrada de la Bahía de Santander, con la Isla de Santa Marina (la más grande de Cantabria) al final. Sólo con pensar cómo se puede estar aquí un día de temporal se me ponían los dientes largos, así que me lo apunto para la próxima temporada de vendavales y oleaje a lo bruto.


En lo alto estaba disfrutando del sol, de las vistas y la brisa marina cuando algo se cuela en mi ojo. ¿Lo véis?
Un corazón allá abajo
Abajo, en la sombra del peñasco había algo azul que el sexto sentido me indicaba como no natural ni correspondiente al lugar. Cambio de objetivo en la cámara por uno que amplíe más y vaya, vaya, un corazón azul con una inscripción encima hecha a base de piedrecillas.
El corazón ampliado
¿Qué decía? «Conchi olvidaste que te queremos». Curioso mensaje, ya me gustaría saber a qué se refiere. ¿Se habrá olvidado Conchi de sus amigos? ¿Ya no los querrá? ¿Los habrá ninguneado y ellos han reclamado la recuperación de su amistad a base de mensajes encorazonados? ¿Veremos algún día a Conchi y sus amigos aireando trapos sucios en el «Diario de Patricia? Quien sabe.
El corazón ampliado y girado

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