Por fin, por fin, un domingo que el tiempo aguantó medianamente sin llover, los santanderinos se echaron a la calle invadiendo el Sardinero y un servidor pudo por fin quitarse el «mono» de ruta, kilómetros, paisajes y novedades, asà que aprovecharé la faena para iros ilustrando un poco sobre cómo es un domingo normal y corriente en la vida de un culo inquieto como yo.
Primera etapa con destino Ramales de la Victoria, concretamente las afueras para visitar la cueva de Covalanas. A finales del año pasado lo habÃa intentado pero con eso de ir sin reservar ya se sabe lo que pasó. Esta vez iba con reserva previa y cero problemas. Cueva bonita, estrecha, geológicamente poco espectacular pero llena de pinturas. El guÃa que nos fue ilustrando la visita además de saber cantidad tenÃa bastante sentido del humor y nos hizo reir un montón de veces. Como no dejan sacar fotos tengo que apañar una de Turismo de Cantabria para que véais qué aspecto tiene.
En la mitad de la subida desde el aparcamiento a la cueva hay un repecho desde el que se contempla una enorme pared en la montaña donde está Covalanas. Esa montaña es muy curiosa… gris, marrón y con un montón de chorretes negros cayendo de arriba como si fueran de alquitrán. Además hay varias «bocas» en la piedra que no sé si conectarán con alguna otra cueva.
¡Anda! ¿Aquello es una cuerda? Voy a ampliar un poco… pues sÃ, es una cuerda de alguien que se lo estaba pasando aún mejor que yo haciendo equilibrios de un lado para otro.
Vamos para aquÃ, vamos para allá, media vuelta, vuelta entera…
…y en esto que se cae… pero no le pasó nada, no en vano iba bien amarrado al cable asà que se gira, maniobra, se sienta en el cable, ¡aaaaaaupa! y vuelta a empezar. Interesante… muy interesante esta actividad, tiene que ser bastante divertido caminar por un cable con quinientos metros de caÃda bajo tus pies. Tengo que enterarme bien porque por esta zona hay unas cuantas empresas de actividades por el estilo y puede ser una fuente de entretenimiento y adrenalina nada desdeñable.