Poquito a poco vamos poniendo a punto el vehÃculo que me he agenciado. Lo primero cambiarle la dichosa correa de distribución. El manual de mantenimiento dice que hay que cambiarla cada 120.000 kms o cada cinco años, lo primero que suceda. El dueño anterior la cambió una vez en veinte años. Casi mejor lo pongo de número uno en la lista de prioridades porque si casca, adiós coche. A partir de ahà me he puesto a retocar cosillas y cómo el trasto es más simple que el mecanismo de un sonajero en vez de pagar taller lo intentaré ir adecentando yo. Ya arreglé el elevalunas del pasajero, que subÃa muy lento porque se habÃa movido la goma del carril por donde va el cristal. Tocó destripar media puerta pero asà me entretengo. Ir arreglando cosillas, engrasando bisagras chirriantes y otros elementos en los que el tiempo ha hecho mella, poco a poco irá volviendo al esplendor que nunca tuvo porque mira que es feo el cacharrÃn éste. Incluso si hay que cambiarle el aceite lo hago yo mismo en el punto limpio de aquà cerca. Total, después de haber visto no sé cuántos cambios en el taller es pan comido.
Lo que no puedo pasar sin enseñaros es el impresionante equipo de música que trajo mi carricoche. Vaya lorito, oiga. De la Pilis holandesa y con casete ni más ni menos.
He de ir por las gasolineras a ver si les queda alguna del Fary para que mi disfrute ya sea total. Ese torito, ay torito bravo con cien watios por banda viento en popa a toda mecha, vamos a quemar la cinta hasta que el autoreverse pida papas. Madre mÃa, ya ni me acordaba de esta tecnologÃa pero es todo igual a mi antiguo R5 con el que empecé a conducir. Si Michael J. Fox hizo «Retorno al futuro», aquà me parece que estoy a punto de protagonizar «Regreso al pasado».