Los que seguÃs este blog sabéis de sobra que me privan las ruinas, sean viejas, nuevas, enteras o cayéndose a trocitos, asà que pasando por Argomilla de Cayón y viendo un edificio enorme con aspecto de hecho polvo no pude por menos que parar y acercarme a echar una ojeada. Por el tamaño y la forma esto debió ser cuanto menos una fábrica de algo.
Pues serÃa una fábrica, no sé, aunque la forma es un poco extraña, no hay chimenea, no tiene un parking grande, le faltan todos esos detallitos que distinguen las fábricas.
En estas estaba frente a la verja de la entrada principal, intentando adivinar qué era aquello cuando veo que se me acerca en su paseillo mañanero una señora de unos ochenta años empujando un carrito de bebé. Como uno es educado por naturaleza la saludé amablemente, nos pusimos de cháchara y me fue contando que aquello en sus tiempos era un seminario. Una fábrica, sÃ, pero de curas. Hablamos un rato largo, me conto la historia, anécdotas, quienes eran los dueños y viéndome con la cámara me dijo que era familiar de quienes trabajaban ahora los campos de la finca y que podÃa pasar tranquilamente que no habÃa problema. Señora, señora, no me diga esas cosas que uno no es de piedra y me ciego…
Asà fue como entré a ver los restos del Seminario Menor de Argomilla de Cayón, actualmente en ruinas y a la venta por el Obispado a ver si hacen un hotel, un campo de golf, un centro de alto rendimiento o algo con tal de cobrar el dineral en el que está tasado. No estarÃa nada mal, porque ahora da más pena que otra cosa, con los caballos pastando a la puerta de las oficinas.
Se ve que por aquà ya pasaron los amigos de lo ajeno, vista la desaparición de los tubos de acero inoxidable con que se hacen las chimeneas. Me imagino que en el interior no quedará ni un gramo de cobre.
Cobre ninguno, pero pintadas un buen lote y con lo que me gustan a mi los grafittis de colorines me volvà con un buen botÃn de fotos.
Esta es la entrada por la parte trasera. Además de todas las pintadas, un cartelote sobre una puerta indica que dentro se juegan partidas de paintball. Ya veréis cómo el escenario es inmejorable.
Más ruinas, más pintadas, más fotos, más de disfrutar como un enano con la cámara.
Pero cuando de veras empecé a alucinar fue cuando pasé al interior. Ruinas, abandono, ni un alma alrededor, los restos del carro de Manolo Escobar ahà a la izquierda, una barricada de neumáticos delante…
La barricada y los restos de mil disparos de paintball. Algunos se lo deben pasar aquà de miedo.
Fijaros la pared detrás de los neumáticos. Esto no es cosa de una partida ni de dos, menudas batallas se habrán librado aquà dentro.
El carro que os comentaba, volcado sobre un lateral y perfecto para servir como parapeto. Evidentemente tiene tiros de pintura a lo largo y ancho de todo el armarzón.
Entretenido como estaba ni me habÃa percatado que alguien me estaba observando atentamente. «¿De donde habrá salido este friki que va a quemar el obturador de la cámara con tanta foto?», seguro que se estaba preguntando. Pues si ya llevaba unas cuántas fotos, ni os quiero contar lo que pasó al empezar a subir pisos o recorrer el resto del edificio, ya lo veréis dentro de unos dÃas.
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