Visitando ruinas (I)

Los que seguís este blog sabéis de sobra que me privan las ruinas, sean viejas, nuevas, enteras o cayéndose a trocitos, así que pasando por Argomilla de Cayón y viendo un edificio enorme con aspecto de hecho polvo no pude por menos que parar y acercarme a echar una ojeada. Por el tamaño y la forma esto debió ser cuanto menos una fábrica de algo.
Seminario Menor de Argomilla I
Pues sería una fábrica, no sé, aunque la forma es un poco extraña, no hay chimenea, no tiene un parking grande, le faltan todos esos detallitos que distinguen las fábricas.
Seminario Menor de Argomilla II
En estas estaba frente a la verja de la entrada principal, intentando adivinar qué era aquello cuando veo que se me acerca en su paseillo mañanero una señora de unos ochenta años empujando un carrito de bebé. Como uno es educado por naturaleza la saludé amablemente, nos pusimos de cháchara y me fue contando que aquello en sus tiempos era un seminario. Una fábrica, sí, pero de curas. Hablamos un rato largo, me conto la historia, anécdotas, quienes eran los dueños y viéndome con la cámara me dijo que era familiar de quienes trabajaban ahora los campos de la finca y que podía pasar tranquilamente que no había problema. Señora, señora, no me diga esas cosas que uno no es de piedra y me ciego…

Así fue como entré a ver los restos del Seminario Menor de Argomilla de Cayón, actualmente en ruinas y a la venta por el Obispado a ver si hacen un hotel, un campo de golf, un centro de alto rendimiento o algo con tal de cobrar el dineral en el que está tasado. No estaría nada mal, porque ahora da más pena que otra cosa, con los caballos pastando a la puerta de las oficinas.
Caballos a la puerta
Se ve que por aquí ya pasaron los amigos de lo ajeno, vista la desaparición de los tubos de acero inoxidable con que se hacen las chimeneas. Me imagino que en el interior no quedará ni un gramo de cobre.
Adiós a la chimenea
Cobre ninguno, pero pintadas un buen lote y con lo que me gustan a mi los grafittis de colorines me volví con un buen botín de fotos.
Grafitti I
Esta es la entrada por la parte trasera. Además de todas las pintadas, un cartelote sobre una puerta indica que dentro se juegan partidas de paintball. Ya veréis cómo el escenario es inmejorable.
Entrada por la puerta trasera
Más ruinas, más pintadas, más fotos, más de disfrutar como un enano con la cámara.
Grafitti II
Pero cuando de veras empecé a alucinar fue cuando pasé al interior. Ruinas, abandono, ni un alma alrededor, los restos del carro de Manolo Escobar ahí a la izquierda, una barricada de neumáticos delante…
Aspecto del interior
La barricada y los restos de mil disparos de paintball. Algunos se lo deben pasar aquí de miedo.
Restos de paintball I
Fijaros la pared detrás de los neumáticos. Esto no es cosa de una partida ni de dos, menudas batallas se habrán librado aquí dentro.
Restos de paintball II
El carro que os comentaba, volcado sobre un lateral y perfecto para servir como parapeto. Evidentemente tiene tiros de pintura a lo largo y ancho de todo el armarzón.
El carro de Manolo Escobar
Entretenido como estaba ni me había percatado que alguien me estaba observando atentamente. «¿De donde habrá salido este friki que va a quemar el obturador de la cámara con tanta foto?», seguro que se estaba preguntando. Pues si ya llevaba unas cuántas fotos, ni os quiero contar lo que pasó al empezar a subir pisos o recorrer el resto del edificio, ya lo veréis dentro de unos días.
Oveja mirándome con curiosidad

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