Hace ya unos cuántos dÃas empezaba el relato de mi visita a las ruinas del Seminario Menor de Argomilla de Cayón, el grandÃsimo descubrimiento de un edificio hecho polvo todo para mi y mi cámara con lo fotogénicas que son estas cosas. Porque me pilla vago que si mezclas ruinas con fotos en blanco y negro se pueden crear unas cuántas imágenes bien majas.
Me pregunto qué habrá pasado aquÃ, porque una cosa es que se cayera de puro viejo pero otra muy distinta es ver los cuartos de baño en los que los meaderos aparecen hechos trizas con saña y las paredes llenas de surcos. ¿Habrá sido para robar las tuberÃas? Cuando voy recorriendo una ruina suelo andar despacito, con cuidado, procurando hacer el menor ruido posible. Algún dÃa me voy a encontrar de frente directamente con los robacobres y a ver qué hacemos entonces.
Piso a piso fui subiendo escaleras. Si alguna vez hubo ascensores, ahora sólo queda el hueco tapado por unos palés para evitar que el personal se caiga. Eso en los dos primeros pisos, creo recordar que a partir del tercero estaban sin ninguna protección.
Del primero al último, con el techo caÃdo y las puertas bloqueadas. Mejor no intentar seguir por este camino que poco futuro le veo. Me lo estaba pasando pipa en plan «Dora exploradora».
En cambio se podÃa salir a una parte del edificio principal que no sé si era tejado o azotea, porque para ser tejado poca inclinación tenÃa pero azotea tampoco me acababa de parecer. Cuántos años llevará hecho una piltrafa el edificio que hasta han crecido árboles aquÃ.
Desde el tejado-azotea se divisaban todos los alrededores, un ala del edificio principal con techo redondo y esa otra torre ahà al fondo.
Ultimo piso, un montón de muros para disfrute de los grafiteros. Se ve que las partidas de paintball no llegan hasta aquÃ, una pena porque tiene una buena cantidad de paredes y parapetos con los que defenderse. Claro que suelo lleno de musgo y ventanas sin cristales no hacen el lugar muy recomendable para andar pegando saltos, carreras y frenazos. Si de un resbalón sales disparado por la ventana francamente no te arriendo el beneficio.
Con lo que me gustan a mi los cerditos, fijaros lo que me fui a encontrar. Cuando tenga que cambiar el cerdito sobre fondo azul que uso como foto de perfil, me pido esta caricatura del cerdo volador como sustituto.
¡Ostras! ¡Otra de calaveras, con lo que se llevaban el año pasado!
Fijaros que monada. Si me falla el cerdito para la foto de perfil puedo poner esta otra, que una calavera con lacito «mola mazo».
Pasillo por aquÃ, pasillo por allá, escaleras, de pronto me encuentro ante lo que parece ser un salón de actos enorme, con dos pisos y fosos en los que sà se dedican al paintball. El techo es redondo, o sea que debe ser la parte que se veÃa desde la azotea.
Este es el piso de arriba, con gradas y el techo de madera cayéndose listón a listón. Qué pena que hayan dejado llegar a estos extremos un edificio semejante. Si alguien lo quiere restaurar va a tener trabajo de lo lindo.
Asà es como se ve desde justo enfrente. Los dos pisos, el techo roto, parapetos de neumáticos en el suelo… impresionante. Qué cantidad de gente debió estudiar aquà a juzgar por las dimensiones del local.
Una última ojeadita hacia arriba para ver las vidrieras rotas. ¿SerÃa esto una capilla? ¿SerÃa la subida a un campanario?
En fin, que me lo pasé pipa recorriendo estancia por estancia, descubiendo salones, azoteas, pisos y más pisos, clases abandonadas con el encerado pegado a la pared, pintadas por todos lados, todo solito y a mi bola. Algún dÃa habrÃa que ir de noche, eso ya serÃa para valientes de verdad.
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