A la nieve me fui

Ganas tenía ya de ver nieve así que ayer, ante el panorama de frío polar por esta zona, cogí los perritos, los metí en el coche y los tres a ver la nieve nos fuimos. La verdad es que podía haberlos dejado en casa, pero por un lado no quiero que le den a la botella de whisky a escondidas y por otro a mi perra le encanta la nieve. Tiene diez años, va mayor, pero es soltarla en medio de lo blanco y salta, corre, la ves de un alegre que imposible privarla de tal diversión.

Una de las cosas en las que he mejorado al venirme a Cantabria es que si antes quería ver nieve o montaña, tenía que irme a los alrededores de Manzaneda y eso eran dos horas mínimo de coche. Ahora voy hasta Reinosa por autovía, de allí en dirección Alto Campoo, en cuarenta y cinco minutos tienes nieve, montaña, bichos y muchas cosas más. Por querer, quería haber ido al puerto de Lunada otra vez, pero si lees que está cerrado por la cantidad de nieve caída casi que lo dejamos para otro día, eso de quedarme aislado y dormir en el coche arrebujado con los perritos para darnos calor mutuamente no es que me haga mucha ilusión.

Primer parada: Fontibre, el nacimiento del río Ebro. Nada que ver con el aspecto de la última visita, tanto por el color blanco como por el fresco reinante en el país (por favor, que nadie interprete ésto como una crítica a la casa real, que os conozco).

Llegamos a Espinilla, ese pueblo de curioso nombre. Esta tienda está en el lateral de una rotonda, hoy con quince centímetros de nieve encima. El indicador del puerto de Palombera se había quedado congelado.

O se quedó congelado o lo apagaron para no meter miedo, porque Palombera era uno de los lugares a los que quería ir pero cuando vi cómo estaba el panorama di media vuelta y ni de broma me meto por una carretera con una cuarta de nieve antes siquiera de empezar a subir el puerto.

Enfilé dirección Alto Campoo, por el camino docenas de fotos tipo estampita aprovechando lo bonitos que se ponen algunos paisajes con la nieve. Casitas al lado de los ríos…

Arbolitos en blanco y negro, que subiéndole un poco el contraste quedan de lo más impactante. Hacía un par de años que no pasaba por zonas como ésta y volví a sentir esa sensación de impresionante, de llamativo, a ver si aguanta la nieve y el primer día que salga un rayito de sol aquí me vengo de nuevo para retratarlo con mucha más luz.

Seguí camino de Alto Campoo, a diez kilómetros la carretera empieza a ponerse más divertida. Por el otro carril había pasado una quitanieves hacía poquito y aún tenía un pase. Por mi carril poca nieve pero hielo debajo, cada dos por tres patinaban las ruedas.

Y llegamos… hasta aquí. En medio de la carretera aparecieron cinco caballos. Frené sin problemas, pero carretera con hielo y en subida igual a imposible rearrancar, al intentarlo patinaban las ruedas que daba gusto. Además, para qué negarlo, los neumáticos delanteros están casi pidiendo papas y no colaboraban mucho.

Mientras pensaba qué hacer empezó el cielo a cubrirse más y más, nubes oscuritas, vino la nieve cayendo casi en horizontal… huuuy… llevaba cadenas para el coche, pero lo que me interesaba era ver paisajes y en esas condiciones, lo único que iba a ver eran nubes… así que opté por lo más lógico, di marcha atrás, media vuelta con cuidadito aprovechando que no venía nadie y el otro carril estaba mucho más practicable, desandemos lo andado y no sólo pude aprovechar para sacar más fotos, si no que hice un notable descubrimiento en Reinosa del que daré cuenta próximamente. Una pista: es comestible…

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