Va uno paseando por cualquier pueblo sin mas pretensión que aprender, disfrutar, retratar… cuando de pronto se me aparece el diablo hecho tentación comestible. Es ver una tienda como ésta y adiós a los recortes presupuestarios, bienvenidas las ampliaciones en el cinturón. Que si sobaos, quesadas, picayas chamarugas, chocolates, anchoas, quesos… y me callo, que ya me estoy babando.
Desde luego, la gente que se pone a dieta no sabe lo que se está perdiendo. De esta tienda salà con una bolsa más y veinte euros menos, pero se disfrutaron bien disfrutados y algunos de ellos creo que aún los tengo alrededor de la barriga.