Ahora que llega la primavera habrá que pensar en hacer otra visita a la zona fronteriza francesa que tanto me gusta porque quedan un montón de cosas que ver a una distancia relativamente cercana. Incluso aunque repitiéramos no me importarÃa porque los pueblos por los que hemos pasado tienen un encanto bastante especial. Como Bayona, por ejemplo, con esas callejas por las que tanto apetece andar.
Con esas casas que tienen más años que carracuca y las fachadas tÃpicas de los pueblos antiguos. Asà voy por la calle mirando a un lado, a otro, a las fachadas, los tejados, las ventanas, los escaparates…
Y encontrando estos rincones tan bonitos. Lástima la posición del sol, si lo tuviera justo a mi espalda e iluminara la calle al completo hubiera sido una pasada.
Comercios, pastelerÃas, tiendas tÃpicas, tabernas, cafés…
Ostras, ¿y ese cartel de un cabaret? Allá me voy a ver qué es eso. ¿Habrá bailarinas de cancán?
Pues mi gozo en un pozo, porque los establecimientos golfos no abren a la luz del dÃa de modo que me quedo sin ver más que la puerta de afuera y el cartel. Da igual, yo con tal de callejear por un lado y por otro ya disfruto, para desesperación de la parienta que es menos andarina que un servidor y acaba la pobre con los pies hechos una piltrafa. Anda que como se entere que esta primavera quiero llevarla a hacer la Ruta del Cares le da un parraque…