Castro Urdiales tiene oficialmente dos playas, la de Ostende al oeste y la de Brazomar al este. Sin embargo si te metes por el casco viejo, concretamente por la parte que da hacia los acantilados, llegas a otra llamada «El Pedregal» como se puede ver en el mural sobre esa fachada.
Playa, en su acepción de superficie cubierta de arena, francamente, no hay mucha. Esas gradas están pensadas para que la gente tome el sol y asà evitar tener que tumbarse en las piedras, algo que no parece muy apetecible.
No por nada, es que aquà encima se debe estar de todo menos cómodo. Es curioso cómo cambia el color donde llega el agua, menuda diferencia de tonos entre las piedras mojadas y las secas.
Sin embargo lo verdaderamente curioso de esta playa es que no tiene salida al mar, es como la de Gulpiyuri, está cerrada por un acantilado y el agua entra por un hueco entre las piedras allá al fondo.
En las rocas frente al solarium hay dos estatuas de dos niños. Uno de ellos tirándose al agua, al estar en un lugar bastante inaccesible permanece inalterada.
El otro está en un punto donde se puede llegar fácilmente y asà se ven los efectos secundarios: un brazo menos y la cabeza pintada en plan mohicano. Qué le vamos a hacer, cafres hay en todos lados.
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