Como conté anteriormente, a finales de octubre viendo que se acababa ese veranillo que nos acompañó dos meses más de lo habitual salà pitando hacia Fuente De para hacer la ruta hasta la Cabaña Verónica. Primero teleférico hasta el Mirador del Cable y desde allà caminito paso a paso con tranquilidad porque el refugio de la Cabaña Verónica está casi en lo alto del primer pico picudo que se ve por la izquierda. Un dÃa perfecto para sacar fotos con sol, algo de airecillo, cielo despejado y azules impresionantes.
El camino no presenta excesiva dificultad, es ancho y perfectamente señalizado. Empieza con una pista por la que pueden circular todoterrenos sin problema. Un servidor iba todo emocionado por las ganas de hacer esta ruta otra vez, empecé a toda mecha con un paso ligero que ni que estuviera entrenando para un desfile de la Legión. Un kilómetro después y ya con la lengua fuera me dije que mejor bajar el pistón porque a dos mil metros de altura las cosas no son como a nivel del mar. No es una ruta especialmente larga (la completé en dos horas), pero entre la altura y que para ir todo es en subida mejor gastar las energÃa justas al principio porque el último cuarto es el más complicado.
De la pista se pasa al pedregal, un senderito entre los millones y millones de pìedras desprendidas de las montañas que te rodean.
Aquello es un secarral de cuidado. El único lÃquido que vi fue un lago al principio del camino. Ni rÃos, ni fuentes, ni embalses, ni nada de nada.
En este punto habÃa otra cosa que me interesó bastante, una subida con muro de mamposterÃa por donde se va a las minas de Altáiz actualmente abandonadas. Para otra vez tengo que seguir por ahÃ, seguro que se ve algo de interés.
De un pedregal pasamos a otro mayor, esperando que las montañas sepan apreciar el respeto que les tengo y ninguna deje caer nada de veinte toneladas mientras paso yo.
Porque si cae… mejor que no te pille debajo si no quieres acabar como aquel de «La Vida de Brian«.
En el desierto a una duna le sigue otra, y otra, y otra. Aquà a un pedregal le sigue otro y otro más. Desde el teléferico venÃa detrás mÃa un montañero de verdad, de los que van a un ritmo suave pero constante todo el camino y llevan equipamiento de verdad, no material suelto de montañero dominguero como otro que yo me sé. Mientras sacaba fotos me di cuenta que en la mayorÃa me faltaba una referencia para poder apreciar las dimensiones del entorno, asà que dejé pasar al montañero, me mantuve a una distancia regular y anda que no lo retraté veces ni ná. Aquà lo tenéis, caminando en dirección a otro pedregal.
A medio camino cambia el cuento. Los llanos entre pedregales se convierten en subidas entre piedras de tamaño respetable. Señoras montañas, no dejen caer hoy las rocas que puedan dejar caer mañana. Nuevamente el alegre montañero me sirve para que podáis estimar el tamaño de los pedruscos.
¡Sorpresa! ¡Un nacimiento de bombonas de butano en pleno monte!
¿Habrá pasado por aquà acaso Pablo Pinedo, el de «El secdleto de la tlompeta«? Ni idea, pero me imagino que será para el refugio, hasta aquà las pueden traer en todo terreno y de ahà hasta arriba las tiene que subir el guarda. Pues ya puede tener buenas espaldas, porque como veréis en las entradas siguientes, el resto del camino se las trae bien traÃdas.