Volvemos a la ruta que va desde el mirador de Cable hasta la Cabaña Verónica, un relato que comenzó aquÃ. La mayor parte del capÃtulo anterior consistió en «aquà me tenéis caminando entre pedregales y pedregales». ¿Qué os podéis esperar ahora? Pedregales y más pedregales. Qué le vamos a hacer, si es de lo que más habÃa allá en lo alto.
Pedregales y unas rocas muy raras, asà como arañadas, llenas de cortes verticales.
Parece como si alguien se hubiera entretenido haciendo lÃneas con un cúter para rocas. No sé si esto es un proceso geológico, si son las marcas que dejan las rocas al caer rodando ladera abajo o si habrán sido los marcianos haciendo algún experimento. Visto allÃ, en vivo, sà que era un rato llamativo.
Vuelta a las andadas, a ver caras en todos lados. ¿La véis vosotros también?
¿Es o no es una cara? Con sus dos ojos, su nariz, la boca se nota menos pero hasta parece que pone morritos, el mentón… que no he bebido, palabrita…
Al hacer una ruta como esta, la mitad superior del cuerpo casi podrÃa decir que va desligada de la inferior. Los pies van a su ritmo, pasito a pasito, sin prisa pero sin parar. La mitad superior va fijándose en todo lo fijable, sacando fotos y buscando alguna referencia del destino al que me dirigÃa. Al girar un recodo… ¡por fin se ve! Aunque en la foto salga tamaño microbio, la Cabaña Verónica está ahÃ, a la izquierda y en lo alto.
Ampliamos y se distingue mejor. Es esa especie de grano sobre la montaña plana de la izquierda. Tras una hora de caminata, verlo allá en el quinto pinto es bueno porque te das cuenta que vas avanzando y ya queda menos, pero madre mÃa, qué lejos parecÃa estar aún.
El camino se complica. Ya habÃa comentado que los tramos por la ladera entre los pedruscos caÃdos de la montaña eran más o menos llanos. El último tercio se va empinando progresivamente. Asà empieza: cuesta arriba potente y una roca en medio que como se desprenda justamente ahora, verme correr ladera abajo perseguido por una piedra gigante va a parecer un remake de Indiana Jones.
Sube que te sube, sube que te sigue subiendo, digo yo que el camino irá por ahà arriba, porque lo que es ver no se ve nada. Las piernas empezaban a pesar y la Cabaña Verónica seguÃa estando lejos.
Lejos, pero más cerca que en las fotos de antes. Ahà está, reluciendo en lo alto del montÃculo. Parece que podamos llegar en cinco minutos peeeeero… no se va en lÃnea recta, queda por dar un buen rodeo.
Y el rodeo pasa por ahÃ, entre las rocas desprendidas al pie de una aguja de piedra de tamaño más que notable.
Ese pedazo pedrusco estaba separado de la pared vertical por una grieta y la base también parecÃa estar ligeramente agujereada y agrietada. No sé yo si fiarme, porque nunca me toca la loterÃa, ya tendrÃa narices verme agraciado hoy en el sorteo del desprendimiento. Pasaré a toda mecha, que si esa roca lleva ahà seis mil millones de años a lo mejor hasta tiene ganas de moverse…
Es curioso, pero casi al pie del pedrusco habÃa una cueva con la entrada semitaponada por un muro. Quizá es que alguien pasó por aquÃ, vio la aguja de piedra, no se atrevÃa a pasar, no le apetecÃa volver y se quedó a vivir en esta «solución habitacional». Aire fresco no le va a faltar, lo malo es el agua corriente que ni hay cerca ni se la espera y bajar todos los dÃas al super a por un pack de botellas se me hace algo complicado además de oneroso debido a la tarifa del teleférico.
Dentro de unos dÃas la tercera y última parte de la ruta con el arreón final para llegar al refugio.