Tercer y último episodio de la epopeya de un gallego emigrado a Cantabria que quiere hace de montañero dominguero por medio de los Picos de Europa caminando entre piedras, piedras y más piedras. En la entrada anterior me quedaba con visión directa de la Cabaña Verónica pero aún quedaba por dar el último rodeo, afrontar la última subida y, como no, atravesar el último pedregal.
Casi llegando aparece la inconfundible silueta del Pico Tesorero. No parece excesivamente complicado llegar arriba, me lo apunto por si algún dÃa quiero subir hasta los 2.568 metros.
A su derecha otro pico, creo que el Pico Arenizas, muy curioso por tener un arco de piedra en la parte izquierda. Otro lugar al que no parece excesivamente difÃcil llegar aunque por las inmediaciones vi gran cantidad de simas, de esas que te caes por un resbalón y te descubren quince dÃas después gracias a la acumulación de buitres alrededor.
¡Por fin, por fin, ya estoy al pie de mi destino, ahà se ve! Pero para rematar… otra subidita pedregosa. Y está costó, vaya si costó. Dos horas caminando por la montaña, en altura, todo hacia arriba, llegado aquà las piernas iban con pocas ganas, para qué lo vamos a negar. Pero como uno es cabezón, hala, calla la boca y tira p’alante.
Fijaros qué pinta tiene el último tramo. Saltando de piedra en piedra, avanza, retrocede que por aquà no es, agarrándome, algún patinazo, hale, hale, que ya no queda nada…
Y llegué… costó, pero según dicen las cosas que cuestan son las que más se disfrutan. No sé si creérmelo… coger un martillo y darme en el dedo gordo del pie me costarÃa un montón, pero disfrutar, dudo mucho que disfrutara mucho. Alguno habrá que le guste, a mi si es en dedo gordo del pie ajeno si, pero en el propio no me motiva en absoluto.
Algo que no sabÃa y pude comprobar luego en casa (las cosas de ir a la buena de dios sin estudiarme antes la ruta) es que una de las piedras alargadas de la foto anterior es la conocida como «Aguja de la Canalona», donde el personal va a practicar escalada. De esas montañas, la de la izquierda son los Picos de Santa Ana, la del centro es Peña Vieja y entre ambas está esto. La piedra gorda del centro es la susodicha Canalona.
En la mesita justo delante del refugio me senté para disfrutar de las vistas, beber y recargar fuerzas con la comida que llevaba. Rápido apareció un mirlo a mi lado, echándome reojadas a ver si de chiripa le caÃa algo. Como uno tiene debilidad por los bichos acabé compartiendo, aunque se lo ponÃa al extremo del banco a ver qué hacÃa y el muy jodÃo no se acababa de confiar. Saltaba de un lado para otro, del aquà para allá hasta que la gula podÃa con el miedo y en un arrebato de valor se acercaba, picoteaba lo que le habÃa dejado y salÃa pitando a toda mecha. Aunque él y otros semejantes estaban libres por los alrededores, algún contacto con seres humanos tuvo anteriormente a juzgar por los anillos marcadores en ambas patas.
Junto a los soportes de unos paneles solares hay un esquà amarrado con unas bridas. Supongo que algo querrá decir, o será un homenaje a Mariano el antiguo guarda.
Reposado, relajado y más descansado iba a emprender la vuelta cuando un ratito de charla con el guarda actual me hizo cambiar de idea. Venga, otra vez toca cuesta arriba que habÃa más que ver en los alrededores y para una vez que vengo aquà no me voy a perder un mirador como el que os mostraré otro dÃa. Finalmente a eso de las cuatro y media emprendà la bajada. Mucho más sencilla, rápida y facilita porque hasta los pies parece que van solitos. Pasito ligero, que el último teleférico es a las seis y no me harÃa ninguna gracia tener que pernoctar arriba. Bastante gente se volvÃa por la misma ruta y tarea completada sin mayor dificultad.
Ahora, que cuando te quitas las botas y te sientas en el coche… bufffff… aún me queda hora y media de carretera hasta casa. Esto del montañismo es para masoquistas, os lo digo yo.
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