Candados escondidos

En pleno paseo de Pereda hay una estatua o escultura, que como no sé diferenciarlas casi mejor indico las dos no vaya a ser que el personal se me ponga picajoso, dedicada a José Hierro, famoso poeta nacido en Madrid pero que pasó casi toda su vida en Cantabria. Para empezar por el principio y evitar mis habituales digresiones, ahí va foto de la estatua (u escultura):

Como no podía ser de otra forma, la estatua o escultura de José Hierro es de hierro y dado que se lleva mucho últimamente, oxidado, ese material al que tanto cariño le tengo. Por cierto, menos mal que uno es apañado a la hora de buscar información, porque si llega a fiarse de lo que pone la placa de la estatua podría ser perfectamente el monumento a los planos, trazas y proyecciones ortogonales que junto a la patata sirven para hacer una periñaca de primera.

Esta escultura o estatua es curiosa porque la imagen que véis en la primera foto está compuesta por siete chapas de hierro (oxidado, todo sea dicho) situadas de forma paralela como se aprecia perfectamente en esta otra fotografía.

¿Qué nos falta en este caso para rematar la faena? Bingo, uno/a cuya efusión hormonal adolescente no sólo le impide un correcto funcionamiento a nivel sináptico sino que probablemente se encontrara en situación de «blackout» neuronal (con el cerebro apagado, vamos) y deja un candado enganchado a la estatua (o escultura). Además ni con rotulador se molesta en pintar la inscripción, en papel y pegado con celo que acabamos antes. Anda que le veo mucho futuro a la relación si a estas alturas de la vida no hace ni ese esfuerzo por su amado/a.

Ganas me dieron de sacar el cuchillo de mango amarillo que suelo llevar encima para pelar fruta (la hoja mide 20 cms, es por si me apetece pelar un melón) y cortar el papelito, pero mira, mejor dejarlo todo como está por si los de CSI vienen con los de TVE a buscar huellas de ADN en el plastico para cotejar con el DNI del autor/a y así los GEOS poder asaltar su domicilio. Que bonitas son las siglas, ¿verdad?