¡Por fin, por fin! Cuando conseguà visitar el faro de Castro Urdiales decÃa que de esa zona ya sólo me faltaba visitar la capilla de Santa Ana, en el mismo puerto. Es pequeñita, está en lo alto de un pedrusco y siempre que me pasé por allà la encontré cerrada.
Siempre… hasta que un dÃa veo que sale gente de dentro. Pitando me voy, con tan buena suerte y mejor ojo que intenté cruzar entre la caseta amarilla y esos trastos negros destinados a soportar barcos, no me di cuenta que caseta y trastos se unen por un cable de acero gordote lleno de grasa asquerosa, un servidor mirada al frente hacia la capilla y… tropezón que te crió con el cable. Por suerte sólo se saldó el incidente con unas manchas de considerables dimensiones en el pantalón y en el zapato derecho, que si me llego a caer igual dejo media dentadura contra la esquina del trasto negro.
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Subo todas las escaleritas que conducen a la capilla, cruzo la verja habitualmente cerrada a cal y canto, un pasillo hasta el fondo…
Entro y… ¡anda! Si es un centro de interpretación, elemento expositivo, colección de cosas curiosas o como le quieran llamar en vez de una iglesia, capilla o similares.
Paneles con grabados y fotos en la pared, suelo de cristal mostrando restos de sabe dios cuándo. SÃ, seré muy curioso, me gustará aprender, pero tantas letras juntas me da mucha pereza, mejor veo las ruinas a ver si aparece alguna sandalia de los romanos asomando entre los muros…
Uno de los grabados hace referencia a una actividad económica a la que antiguamente se dedicaban muchos en Castro Urdiales: la pesca de la ballena, aunque a juzgar por el dibujo más bien parece que hayan capturado una superlubina cabreada.
La capilla de Santa Ana se llama asà porque en la pared de una esquinita del centro de intepretación hay una imagen de Santa Ana (qué raro, ¿no?). Os quedáis sin foto porque la persona encargada de la capilla estaba leyendo un libro justo delante de la imagen, no querÃa sacarla en la foto y la vi tan concentrada en el libro que tampoco quise pedirle si se podÃa apartar, no fuera a perder el hilo de la lectura con lo que jode eso. Le faltaban unas cuatrocientas o quinientas páginas para acabar el librote asà que esperar tampoco era un opción. Qué mas da… ya volveré, me puedo esperar a la siguiente ocasión.