Aquà a veces nos preguntábamos dónde se habrÃa ido la arena que los temporales se han llevado de las playas. Pues mira, parte os puedo decir que está guardada en el recinto de las focas del zoo en el Palacio de la Magdalena. En lo que antes era un estanque lleno de agua con la profundidad suficiente para que las focas nadasen a su gusto, ahora ha emergido una playa.
Bueno, una no, dos playas. Las olas de los temporales de febrero saltaban sobre la valla de la derecha y traÃan como regalo toda esa arena donde ahora las focas estaban tumbadas felices y contentas dedicándose a su habitual «dolce far niente».
Felices y contentas todas menos una, que menuda mala leche gastaba la de color negro. Desde que llegó se dedicó a mirar raro a la otra y hasta que consiguió que se fuera no paró. Tengo que ficharla para que venga conmigo a la playa en verano y en cuanto vea un sitio que me guste la mando a ella primero para que me haga un buen hueco en la arena espantando otros bañistas.
Por cierto, las focas parecerán unos bichos encantadores, bonitos, simpáticos, suaves y tersos como si fueran de peluche. Después de haberle visto los piños a estos dos ejemplares y en caso de tener alguna vez la ocasión de hacerlo, creo que me abstendré de tocarlos, acariciarlos y/o meterles la mano en la boca. Por lo que pudiera pasar, que no me veo tecleando como loco en el blog sólo con media mano.