Recorriendo los alrededores de la montaña donde se encuentra el buzón del que os hablaba anteayer, giro una curva y me encuentro un toro en lo alto. ¿Será posible? ¿Será uno de mis queridos toros de Osborne recién instalado?
Coño, pues tener tiene toda la pinta subido ahà arriba de esa colina, negro, paradito, mostrando su perfil, esto lo tengo que retratar por si acaso soy la primera persona en ver la última incorporación a la lista de toros publicitarios distribuidos por la geografÃa española.
Claro que cuando arranco y avanzo unos metros se muere el encanto del asunto y podemos apreciar que toro sÃ, pero de Osborne no. Una pena porque me hacÃa ilusión añadir uno más a mi lista, hace tiempo que no me cruzo con ninguno de los que tengo pendientes de retratar.
Menos mal que llevaba el teleobjetivo conmigo porque la foto la saqué al ladito de la puerta del coche y con el motor encendido por si hubiera que salir pitando, no en vano el bicho era toro, no vaca ni buey, sus cuernos tenÃan unas dimensiones más que respetables, no me quitaba ojo de encima y entre él y yo no habÃa más que cien metros de terreno sin valla entre el uno y el otro. No sé si estarÃa suelto, si serÃa manso o si su madre habrÃa tenido trato con Houdini y gracias a lo aprendido este se habÃa escapado, el caso es que tampoco me apetecÃa pararme a averiguarlo ni ver si los toros tienen algo contra los fotógrafos que alteran la tranquilidad de su dÃa a dÃa.