En lo alto de Cabo Menor hay un campo de golf de nueve hoyos, una senda peatonal que bordea su perÃmetro hasta llegar al faro y cosa que no sabÃa porque soy medio cateto, un parque bastante majo: el parque de Mataleñas. Se puede entrar tanto desde la carretera que va al faro como desde la senda peatonal. El parque se ve cuidadito, con sus árboles bien recortados y la pérgola en estado de revista.
Dentro hay una casa estilo inglés de lo más maja, si me la dejan para vivir en ella no iba a ser yo quien dijera que no, aunque tengo que reconocer que soy más de grandes ventanales y luminosidad a lo bruto que de ventanas pequeñas y estrechas como se ven.
Al lado un invernadero de una escuela-taller. Si me dieran las frutas, verduras y hortalizas que deben salir de ahà tampoco iba a decir que no.
Dentro del parque hay un «circuito deportivo» destinado a esa gente que le hace ilusión cansarse gratis. Yo me abstengo hasta el dÃa en que las rabas con vermut sea deporte olÃmpico.
También podemos encontrar, como no, una de mis queridas estatuas en hierro oxidado. Tiene un aire similar a otra que se puede ver a la entrada del recinto de la Magdalena y que ya tendrÃa que haber mostrado aquà hace tiempo pero como esto es lo que es, saldrá quien sabe cuándo.
La placa nos indica que la estatua va dedicada a Carmen Ruiz Jimeno. Una búsqueda rápida en internet nos lleva a la noticia del diario el dÃa de su inaguración para enterarme que la figura se llama «Proposición de un vacÃo» y realmente está dedicada a todos aquellos fallecidos por culpa del cáncer.
La vuelta por el parque discurre entre caminos de tierra, arboledas y pequeños puentes hasta llegar a un punto donde se divisa un pequeño estanque allá abajo.
Mira tú, si hasta parece un sitio bonito y todo, lástima que esté tan escondido. Ya puestos podÃan haberse estirado y puesto unos cuántos bancos para sentarse aquà a rascar la barriga. Y unos patos para entretenerse, que ya lo dice la canción: «pasamos muy buenos ratos echando pan a los patos, y cuanto más pan echamos mejores ratos pasamos«.
Bajadas al agua hay unas cuántas, por si os queréis dar un chapuzón. Recomendar no os lo recomendarÃa.
Y no lo digo porque el agua esté más sucia de lo habitual, es que hay tantos pescaditos flotando por allà que como hagáis un largo del estanque nadando váis a tragar tantos que os volvéis comidos para casa.
Con la afición que hay en Santander por la pesca es un milagro que a ninguno se le haya ocurrido venirse aquà a echar un anzuelo. Más fácil imposible lo de volverse a casa con la cesta llena sin el menor esfuerzo.