Vamos con la última entrada dedicada a esta excursión dominguera. Por si os las perdÃsteis, antes vinieron la primera y la segunda parte. Me habÃa quedado en los alrededores de la cascada sacando fotos, cosa verdaderamente complicada porque estaban a la misma faena dos fotógrafos de los de verdad, de esos que van con trÃpode, equipo del bueno y se tiran un montón de tiempo con cada foto, no como yo que paso a reacción y saco dos fotos de cualquier manera porque total, para el caso que me hacen y las tonterÃas que digo sirve cualquier cosa. Asà que la mayor parte de las fotos de la cascada tienen fotógrafo incluido por el mismo precio, cosa que no me importa porque bien sabido es que tiendo a añadir alguna figura humana a las imágenes para rellenar un poco. Es más, casi prefiero la versión con persona que la versión «sólo cascada».
Como es costumbre de la casa fuimos a la buena de dios y aparecimos por allà a la hora de comer. Tremenda ventaja porque tenÃamos la cascada y el acantilado prácticamente para nosotros sólos. Los disfrutamos un buen rato y pude sacar hasta fotos «enmarcadas» como a mi me gusta sin que te estén pasando por delante de la ventana el Jonathan, la Jenny, la abuela, el perrito, el niño con el balón, la abuela de vuelta, el perrito detrás de la abuela, el niño detrás del perrito, el perrito escapando del niño, la Jenny buscando al niño, el Jonathan buscando a la Jenny para ver si entre los dos encuentran a la abuela que se ha perdido detrás del perrito que perseguÃa el niño que pasó buscando su balón, etc, etc, etc.
De pronto vimos aparecer un montón de gente. A lo mejor tan sólo habÃan venido a buscar a la abuela de Jonathan que perdió a Jenny mientras buscaba al niño, al perrito y a la pelota. Ver aparecer tanto personal fue sorprendente porque nosotros habÃamos aparcado en el quinto pino y caminado un buen rato para llegar, mientras que toda esta gente no habÃa recorrido el mismo camino sino que aparecieron de golpe.
Justo enfrente de este punto está el Acantilado de La Molina, el que veÃamos hace dos fotos a través del agujero en la tapia. En la parte superior habÃa visto gente, luego si alguien puede llegar, yo puedo llegar y siendo un lugar bastante alto habrá la mejor panorámica de los alrededores. Tocaba subir, para desespero de la parienta que ya se olÃa cómo arriba de todo no iba a haber ninguna tienda de ropa abierta. Fuimos subiendo por el prado que cubre la ladera del monte, sacando fotos de los molinos cada cierto tiempo porque según se iba subiendo mejoraban notablemente las vistas.
Arriba del todo un banco solitario ofrecÃa descanso a los intrépidos subidores de laderas y la altura favorecÃa unas fotos perfectas de toda la zona. Aquà se ve la cascada con los estratos que atraviesa, los molinos, un pequeño acantilado a la derecha desde el que estaban pescando y un par de cosillas más.
Justo donde desemboca el rÃo se aprecian los restos del primer molino, el que se cargó el mar. Ampliando un poquito se ve mejor. Tan sólo queda un metro de muro de piedra y poco más.
Menos mal que pude sacar la foto desde aquà porque la que habÃa sacado en la otra orilla era una porquerÃa como un piano y sólo se ven un montón de pedruscos. Si alguien me dice que esto son las ruinas de un molino antiguo no me lo creo ni de coña, y eso que lo son. Tengo que tomarme más en serio la fotografÃa como hacÃa la gente de la primera imagen porque con los años la calidad de lo que sale de mi cámara va degenerando a un ritmo más que preocupante.
Otra cosa que pude ver desde lo alto del acantilado fue de donde llegaba todo el personal. De este aparcamiento, un acceso mucho más sencillo y cercano que el que habÃamos elegido. Si venÃs aquà desde Santander no hagáis como yo, entrar en Toñanes, callejear, aparcar en cualquier parte y pegarse una pateada. Es mejor coger el primer cruce a la derecha una vez pasado el pueblo en dirección Cóbreces y acabáis en este párking. Cien metros andando y ya estáis en los molinos. Yo es que soy rarito y me gusta hacerlo difÃcil. Además si lo hiciera fácil seguro que no me perdÃa tantas veces, y mi entretenimiento favorito sigue siendo intentar averiguar donde coño estoy «porque esto no sale en el mapa».
Por el otro lado del acantilado al que acabábamos de subir, un bonito paisaje de prado, valla y cielo prometÃa preciosas fotos a todo aquel que se animara a caminar por allÃ. La pena es que yo ya habÃa cumplido el cupo de subida para hoy, además de estar oyendo el canto de las sirenas con forma de cervecita fresquita en Comillas. Se quedará la subida para otra vez, que no es cosa de verse todos los paisajes de Cantabria el mismo dÃa si no quiero agotar rápidamente el repertorio de lugares de los que hablar.