En la cascada de El Bolao (II)

Volvemos a la cascada de El Bolao, concretamente al punto donde en la primera entrada decía que se podía montar un picnic con unas vistas magníficas. Nos damos la vuelta y por el otro lado aparecen los acantilados en los que se rodó aquel spot de Nestle Extrafino y por los que ya anduve triscando hace un año.
Acantilados desde El Bolao
La formación rocosa que queda justo en la esquina tiene nombre, la llaman «el indio» porque dicen que se parece a un indio. En fin… creo que hasta el cuarto cubata no le acabas de ver el parecido, aunque estar con esa carga alcohólica al borde de un acantilado viendo indios no sé si será muy bueno para la salud.
El indio
Ya puestos casi veía otro indio en el acantilado que queda justo en la desembocadura de la cascada. Toda la vida haciendo el indio, es normal que ahora los vea por todas partes.
Perfil de acantilado
Claro que puestos a ver personajes nada como ésta piedra que hay sobre el muro de una casa en el camino hacia el acantilado. Se ven clarísimamente la calva, la nariz, la boca y los pómulos. Indio, lo que se dice indio, no es. Quizá de algún pueblo de al lado,
Cabeza
Lo mío con las caras es algo a estudiar. A la primera mirada que le eché al molino ya le vi la cara de asombro con esos ojitos y esa boca abierta. Desde entonces no fue el molino de El Bolao, es el molino Asombrao.
Cara en el molino
Como no podía ser de otra forma entramos a echar una ojeada dentro. Todo absolutamente en ruinas con el suelo hundido. Algo se mueve corriendo bajo las hierbas de una esquina, un bicho seguramente. Para que veáis cómo funcionamos, la parienta se escapa asustada en el pleno convencimiento de que fuera lo que fuera nos iba a querer comer. Yo me voy directo a ver si es algo digno de ser retratado. Y efectivamente lo era: un lagarto de cara azul. Qué bicho más bonito, curioso y colorido. El jodío intentaba desesperadamente subirse a la pared. Otro con la certeza de que me lo querría comer. Quede usted tranquilo, señor lagarto, que ya vengo comido de casa. Pose usted con tranquilidad para dar fe a mis lectores de mi presencia y una vez hechos los tres retratos de rigor, el que véis, otro en que el lagarto posa erguido con la mano en la barriga cual Napoleón de las tierras cántabras y un tercero en la misma pose que John Travolta en «Pulp Fiction» cuando baila con Uma Thurman (retratos de los cuáles sólo mostraré el primero para no zaherir la dignidad del saurio de bolsillo éste) procedí a despedirme de él y en busca de nuevas fotografías partí.
Lagartija de cara azul
Ultimo detalle: los postes que han colocado al borde del acantilado. Cuando los vi me quedé como asombrado… manda huevos que hayan traído la línea telefónica justo por donde más estropean las vistas.
Poste reconvertido I
Pero hete aquí que me empiezo a fijar y las cosas no me cuadran. Además de la ausencia de cables, el poste está metido en la piedra con un sellado alrededor a base de espuma de poliuretano (un aislante, como sistema para fijarlo me parece un poco extraño), otro poste está sobre un bloque de cemento y unos neumáticos viejos. Para rematarlo todo, la parte superior del poste es algo más que raro. Pero raro, raro, raro, aunque habiendo visto aquel dispositivo anticalambres gallego ya casi nada me puede asombrar en este campo.
Poste reconvertido II
Al lado había un par de pescadores con cuatro cañas. Estos soportes parecen tener una anilla en los laterales donde podría encajar el mango de una caña de pescar… ¿será para que la gente los use como soportes de sus cañas y pescar salvando el desnivel del acantilado? Quien sabe… a ver si en otra visita descubro su función.

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