Efectivamente, hoy soy portador de malas noticias. En uno de los habituales paseos por el prado mi perro se paró en seco y quedó observando algo, suerte que no lo confundió con un bocadillo porque venÃa siendo un erizo y me imagino que ni le gustarÃa su sabor, ni la sensación de las púas en la lengua.
Por supuesto que foto de frente, de perfil, de arriba, desde delante, me sorprendió lo poco que se movÃa el erizo porque siempre pensé que estos bichos al ver alguna amenaza cerca se hacÃan una bola o por lo menos erizaban las púas. A riesgo de mi integridad fÃsica, y porque uno es asà de echao p’alante, le eché mano para hacerle unas caricias debajo de la barbilla y prácticamente ni reaccionó, algo cabeceaba pero poca cosa. Le hice cosquillas en la barriga y poco más o menos el mismo resultado. En fin, será que el pobre es timido o le he pillado de resaca, lo dejé con cuidadito entre la hierba y seguimos nuestro camino.
Por desgracia, al pasar por el mismo sitio al dÃa siguiente, el pobre erizo estaba allà sin moverse y sin respirar. Cariño a los animales sÃ, pero el boca a boca yo no se lo hago y el 112 no atiende erizos no empadronados en el municipio asà que el pobre ha pasado a mejor vida. Poco honroso fue su entierro, lo metà en una bolsita de las que uso para las cacas de los perros y lo tiré a un contenedor, que por ese prado también pasan niños y no vaya a tener uno la mala suerte de aterrizar justo sobre las púas. Descanse en paz, Espinete.