Huy que no llego, huy que no llego…

Tengo que grabarme en la neurona una consigna: si vas a perderte por el mundo adelante, procura llevar gasolina para volver. Para subir al Pico de La Miel hay que pasar por el puerto de Lunada, sin gasolineras en bastantes kilómetros a la redonda. Si llegas arriba, echas una ojeada al marcador de combustible y te encuentras con ésto, lo primero que te viene a la cabeza es «huy, huy, huy… que me quedo tirado por el camino».
En la reserva
Por suerte no es la primera, ni la segunda, ni la tercera… ni la décima vez que me pasa así que ya hay experiencia en conducir llevando el coche sin tocar el acelerador más que el mínimo imprescindible y ahorrar hasta la última gota de gasolina. Como prácticamente todo el camino de vuelta era en bajada, echas el coche cuesta abajo y hala, que ande, frenando sólo al llegar ante una de esas curvas de ciento ochenta grados que tanto abundan en esa zona. Cuarenta kilómetros después la aguja sólo había bajado una rayita. Menos mal, si llego a tener que subir en vez de bajar, otro gallo nos habría cantado.

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