Esta que os voy a contar sà que fue inesperada de verdad. Pongámonos en situación. Ciudad de Burdeos. Calle Rue Sainte-Catherine, probablemente la más comercial de la ciudad. Repletita de gente que va de compras.
Mientras la parienta echa una ojeada en las tiendas de los alrededores yo veo un callejon de lo más interesante lleno de grafittis coloridos y una puerta con alfombra verde justo delante.
En la pared un cartel da cuenta de la autorÃa de las pintadas, atribuibles al colectivo Skinjackin.
¿Porqué hablaba de una interrupción inesperada? Porque mientras estaba encuadrando la segunda foto veo que se me cuela por el visor un señor de unos cincuenta años. Levanto la cabeza me mira sonriendo y me dice que tranquilo, que yo a lo mÃo y él ya va a lo suyo. Se para en la esquinita de un portal, saca el aparato y toma agüita amarilla por la acera adelante. Acaba, pasa delante mÃa, se despide amistosamente, aquà paz y después gloria. Tan alucinado me quedé que ni se me ocurrió sacar foto ilustrativa del evento. Hay gente rrrara, rrrara, rrrara…