Sigo subiendo al Monte Buciero tras una primera parte que me dejaba en el Fuerte del Mazo. Cada fortificación tenÃa un polvorÃn asociado donde almacenaban el armamento. Estaba situado a una cierta distancia del propio fuerte supongo que por motivos de seguridad. Asà a escasos metros aparece el PolvorÃn del Helechal, que no es visitable al ser particular y haber sido reconvertido en granja. Ya faltaba menos para llegar a lo alto del Buciero, la cima es eso de ahà atrás.
Todo el camino está bastante bien señalizado, excepto un cruce donde habÃan arrancado los indicadores. Por suerte y viendo el mapa que me traje acerté en la orientación. Hay cinco rutas en el Monte Buciero, si queréis verlas están perfectamente descritas en la web de Turismo de Santoña.
Para ir desde el fuerte del Mazo hasta la cima hay que desviarse por ese camino que sube a la izquierda en el cruce del polvorÃn del Helechal. Es el único punto que no está indicado pero tuve la suerte de encontrarme con otra gente que estaba a la misma faena que yo y me dijeron por donde seguir.
Cuántos de estos veÃa en mi Galicia natal repartidos por campos y montes. Somieres y bañeras, los elementos más reciclados en el rural como cierres y bebederos de vacas.
¿Y si tienes muchas vacas? Jugamos al juego de las bañeras encadenadas. Una, otra y otra, las necesarias para que no quede ni una vaca con sed.
Menos, ya queda menos. Una casa en ruinas antes de las últimas rampas.
Echo una ojeada dentro y ¡coño! Una vaca en un pedestal mirándome con cara de «¿Este qué pinta aqu�».
Quedaban las últimas rampas que se iban complicando poco a poco. Pasamos a una zona más inclinada y cubierta de tierra, más resbaladiza al subir y bastante más resbaladiza al bajar. Mucho ojito que donde menos te lo esperas acecha el patinazo.
Tras la tierra, rocas y con una inclinación aún mayor. Dado que no estoy, por decirlo de alguna manera suave, en una forma ideal (las cosas de no pegar un palo al agua en todo el verano) opto por tomarme las subidas con mucho relax. Diez metros para arriba, pasito a pasito tranquilamente, me paro a sacar un par de fotos, otros diez metros, paro a sacar una foto con el móvil y se lo mando a la parienta para que vea cómo uno es impermeable a todos sus ruegos para que me aleje de lugares peligrosos, otros diez metros, paro a beber agua. Habrá quien prefiera llevar un ritmo constante y subir de un tirón, a mi ásà me resulta más fácil. Cuesta rearrancar tantas veces, pero no me agoto subiendo todo seguido.
En el último párrafo parece que estoy describiendo mi subida al Everest y en realidad estaba subiendo a un pico de 367 metros. El dÃa que toque subir una montaña de verdad voy a ser la risa de toda la cordillera cantábrica.