Mira tú por donde tenÃa una entrada pendiente dedicada a la estatua «La madre del emigrante» en Gijón y se ha ido a morir su autor. Se llamaba Ramón Muriedas, era cántabro y hacedor también de la estatua del Neptuno niño que lució desde 1979 a 2012 en un pedrusco frente a la playa del Camello.
«La madre del emigrante» está en una plaza redonda en el Paseo del RinconÃn (el paseo marÃtimo de Gijón), concretamente pasando el rÃo y continuando por la costa en dirección este. El simbolismo está claro, intenta reflejar el sufrimiento de las madres asturianas que vieron a sus hijos partir en busca de una vida mejor sin saber si volverÃan a verlos. Los gijoneses la llaman la lloca (la loca).
Esta estatua es una demostración de que las cosas de palacio van despacio. Se pensó en 1958 pero no se concretó el tema hasta 1963. Pero por mucho que se concretara, no se encarga hasta 1967 y no se inaugura hasta 1970. Del dicho al hecho sólo en doce añitos, no está mal.
Y para más la obra no entró con muy buen pie en la ciudad, durante tiempo echaron pestes de ella llegando incluso a ponerle una bomba en 1977. La retiraron y unos años después volvÃa restaurada a su sitio. Pero la cercanÃa del mar es mala compañÃa para las estatuas de metal y en 1995 tuvieron que restaurarla de nuevo, con polémica porque consideraron que Francisco MacÃas, escultor encargado de la renovación, habÃa variado elementos originales y le añadió una pátina que desvirtuaba la pieza original. This is Spain. Hagas lo que hagas siempre te caerán tortas de un lado u otro.
En 2004 el salitre de nuevo hace de las suyas: el «esqueleto» de la estatua fabricado en hierro casi se venÃa abajo, los pies tenÃan grietas y el vandalismo habÃa dejado la mano derecha sólo con un dedo. Ooootra vez toca restaurarla con cambio de esqueleto interno, recomposición de los pies, puesta de nuevos dedos y con capa protectora exterior, a ver si de esta vez dura más tiempo entera.
Pero llega el 2012 y nuevamente un miembro del tropel de orcos que pueblan este paÃs no tiene mejor cosa que arrancarle un dedo. Desde luego, si yo fuera la estatua iba pidiendo la jubilación porque menuda vida que lleva la pobre. Menos mal que a fuerza de verla por lo menos la gente de Gijón ha acabado aceptándola y queriéndola, más o menos como pasó con el sireno vigués. Algo es algo…