La odisea del Faro del Caballo (II)

Por fin, y tras el recorrido monte a través descrito en la primera parte, y desviarme a la derecha en un cruce no muy bien señalizado llegué por fin al inicio de una bajada hecha a base de escaleras.
Inicio de la bajada
El cartel ya lo avisaba, bajada peligrosa de 700 escalones. Setecientos. Muchos escalones. Pero muchos, muchos. En el cartel deberían recordar a la gente que aquellos que los bajen, luego los van a tener que subir de nuevo, que no es moco de pavo.
Cartel de la bajada
Primer tramo de la bajada. Un cable de acero enganchado a clavijas en la pared hace de pasamanos. Allí al fondo se ven dos personas paradas tomando aliento. Cuando me los crucé tenían cara como de muy cansados. Hay que ver cómo la naturaleza me mandaba claras señales sobre lo que me esperaba y cómo la curiosidad por ver el faro me hizo ignorarlas todas.
Unos que suben
Esta es la continuación del tramo anterior. Entre el uno y el otro así a ojo habría unos ciento cincuenta escalones. O sea que tocaría hacer casi cinco tramos como éste. Escrito no parece ni la décima parte de horroroso que vivido, os lo garantizo.
Primer tramo de bajada
Baja, baja, baja, sigue bajando, claro, bajar es la leche de fácil y casi ni te enteras, hasta llegar al último tramo que va hasta ese peñasco.
Llegada al faro
Y detrás del peñasco aparece el faro, el famoso faro del Caballo, noveno y último de mi lista. A pesar de estar donde está, visitantes había unos cuántos.
Primera vista del faro
Primer plano del faro, abandonado, casi en ruinas, sin cristales, sin linterna, sin puerta y con esa pintada en la entrada. De no ser por el entorno, aquí no vendría ni el Tato.
Faro del Caballo
Porque el entorno, ay madre, eso sí que era espectacular. Vista de los acantilados hacia el sur…
Acantilados al sur
…y vista hacia el norte. Montañas que caen a plomo hacia el mar, cuevas entre las rocas, agua de color azul turquesa… de no ser por lo friolero que soy y por mis poco recomendables experiencias bañísticas en entornos hostiles, casi daban ganas de darse un chapuzón.
Acantilados al norte
Continuará en la tercera y última parte, la del sufrimiento sin límites. Próximamente en sus pantallas.

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