Segunda sesión de mis andanzas montañeras monte arriba y monte abajo por la Ruta del Cares. En la primera entrada describÃa el recorrido entre el inicio en Poncebos y Los Collaos, una vez allà se acaba al tramo de subida dura y se puede ver cómo los siguientes kilómetros son más llevaderos con forma de bajadita suave serpenteando por la ladera.
Casi prefiero pensar que ese agujero de ahà no es un derrumbamiento y que las montañas no se caen nunca de golpe. No por nada, es que con la suerte que tengo últimamente estoy como para correr riesgos…
Sigo camina que te camina, una hora de recorrido más o menos de la cual treinta minutos son para las cien veces que me habÃa parado ya a sacar fotos. Alguno se preguntará porqué voy siempre solo, si es que no tengo ningún amigo o conocido a quien le guste la montaña. Sà que tengo, pero ir conmigo es desesperante y como lo sé, prefiero ir solo. En esta ruta hice cuatrocientas fotos. Cuatrocientas veces que me paré en mi camino, saqué cámara, elegir encuadre, enfocar, me gusta, no me gusta, saco de nuevo, veo si hay otro ángulo, etc, etc. Si va conmigo alguien a quien la fotografÃa le da igual, hubieran sido cuatrocientas veces que le habrÃa cortado el ritmo de caminata, que tendrÃa que esperar por mi y todo eso. Bueno, cuatrocientas no, seguramente a la vez número cincuenta me habrÃa tirado por el barranco abajo y «no sé qué pudo pasar, debió resbalar sacando una foto…».
Las rutas no sólo son avanzar, a veces merece la pena parar y echar la vista atrás. Esta es la bajada de Los Collaos sacada desde el camino de la primera foto. Y la piedra que sobresale arriba a la derecha es un mirador desde el que contemplar la garganta del Cares enterita. Para mi, que me encantan la montaña y las alturas, esto era poco menos que el paraÃso.
A medio camino, rÃo que cruza la ruta y puente para pasar por encima. Esta vez llevaba poca agua, no me quiero ni imaginar el caudal que tendrá en pleno deshielo.
Nada como ir dejando pasar otros andarines para meterlos en el plano y que nos den una referencia del tamaño de las cosas. Como decÃa en la entrada anterior, procurad no pisar fuera del camino porque es malo para la salud.
Pero malo, malo, muy malo. Fijaros la misma foto con encuadre un poquito más abierto, y aún faltaban metros y metros hasta llegar al rÃo. Cuando le conté a la parienta que me iba al Cares me dijo si no era peligroso. No, que va, el camino tiene unos dos metros de ancho. Ah, vale. Menos mal que no le especifiqué lo que habÃa un poquito más allá de esos dos metros.
¿Y la de túneles en la roca que cruzas? Menudo trabajón se pasaron para excavar esta ruta en la montaña, en algunas partes aprovecharon la ladera, en otras no tuvieron más remedio que agujerear la roca y fijaros cómo quedó. Por cierto, sitio ideal para parar un momento, sacar la foto, beber algo y escapar dos minutos del sol.
A decir verdad, empecé esta ruta sin saber qué distancia iba a recorrer. En internet habÃa leÃdo que la ruta eran doce kilómetros ida y doce vuelta. En un cartel ponÃa que veintiuno ida y otros tantos de vuelta porque continuaba hasta Posada de Valdeón. En otro cartel decÃa que desde Los Collaos a CaÃn eran sólo cinco kilómetros. Total, que ni idea. Yo me puse a andar y llegaré hasta donde llegue. La primera referencia del kilometraje que pretendÃa hacer me la dio esta placa.
Sumando ambas distancias quiere decir que tengo que hacer 10,7 kilómetros en cada sentido, total 21,4 kilómetros. No está nada mal, sobre todo pensando que en invierno con tanta lluvia no hice ninguna ruta medianamente decente y estoy de un desentrenado que no veas. ¿Llegaré? ¿Me lesionaré y tendrá que venir a rescatarme el helicóptero del Gobierno de Cantabria?