Palabra que cuando me siento delante del ordenador con ánimos de escribir alguna entrada, lo primero que me planteo es mostrar un paisaje, un rÃo, un acantilado, algún pueblo, un monumento o algo asÃ, en resumen, mostrar algún punto interesante de esta tierra. Me voy al catálogo de fotos para buscar una que me inspire una historia, porque ésto no es como hacer churros en plan harina, agua, levadura, aceite se frien y ya está, esto es algo más metafÃsico. En ocasiones veo fotos. De repente una enciende la bombillita en mi cabeza y de ahà sale la el texto para la entrada. Unos dÃas debo andar a 110V porque no hay bombillita que encienda y otras veces, que suele coincidir con acontecimientos que implican Martini o cervecitas, la cabeza parece el «alumbrao» de la portada de la Feria de Abril. Pues bien, por mucho que me empeñe en pretender mostrar monumentos, la jodÃa bombillita siempre se va a encender con la tonterÃa del dÃa o la historia mas curiosa de la semana. Como ésta, claro. Aquà hay un montón de prados llenos de hierba que van segando periódicamente. Un par de dÃas después del segado empiezan a aparecer los agujeros de los topos, pero últimamente no sé si aquà hay topos o tuneladoras del AVE o es que está empezando una erupción como la de El Hierro, porque éstos no hacen montÃculos, hacen colinas. Fijaros la correa, mide 130 cms entera y doblada a la mitad 65 cms. Compararla con el montÃculo, si de ahà veo salir un topo empiezo a correr y no paro hasta cruzar la frontera francesa.
De aquà no sale un topo, de aquà tiene que salir la mismÃsima topota madre como decÃa el chiste aquel tan malo. Y no os creáis que era el único montÃculo, aún habÃa unos cuántos por el estilo en los alrededores.