Juventud, divino tesoro, las hormonas sulibeyadas consiguen proezas que ni la calefacción más potente puede. Un dÃa de sol febreril, bastante fresquito y venteado. La gente de mayor edad pasea por la arena abrigaditos, llegados ciertos momentos de la vida aprende uno que mejor taparse una hora antes que sufrir un catarro durante una semana. A su lado, pasean despreocupados dos jóvenes a cuerpo gentil, inasequibles al gélido vientecillo. Son de esas cosas que puedes hacer a los dieciocho, pero a dÃa de hoy ni te lo planteas. Me pongo en bañador esa mañana y no me quito el resfriado hasta el cuarenta y cinco de mayo.