Una de las ventajas de andar por el mundo con los ojos abiertos, además de lo que se aprende, es que puede pasar que llegado un dÃa te acerques a un faro y de pronto digas «Anda, mira, un contador de rayos«, para sorpresa de aquellos que te rodean a los cuales verás poner cara de «mira tú, parecÃa tonto y a lo mejor hasta es tiene la EGB». Eso mismamente podrÃa haber pasado en el Faro de Cabo Ajo, construcción en la que por la parte de atrás podremos ver ésto:
Si nos acercamos más, el contador lo tenéis arriba a la izquierda. Por cierto, se me olvidó ver cuántos habÃan caÃdo aquÃ, porca miseria, hay que volver.
Ahora que lo pienso, esa es otra diferencia entre el Baixo Miño y Cantabria. Allá, llegado el final del verano y alguna vez en invierno, se montaban unas tormentas de rayos impresionantes. VeÃa caer uno cada tres o cuatro segundos y me quedaba un buen rato en la ventana porque el espectáculo lo merecÃa. Aquà aún no he visto un rayo. Mejor, porque uno de los perros cuando oye el primer trueno se caga por la pata abajo, y no en sentido figurado, asà que como venimos a este mundo a sufrir y trabajar, cuantos menos rayos menos tarea de limpieza de casa me dará el perrito y mejor sobrellevaré el paso por la tierra.
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