Otro reloj de agua

Por circunstancias particulares, tuvimos que personarnos en persona, valga la rebuznancia, en una delegación del Gobierno de Cantabria. A la entrada cual no sería mi sorpresa cuando descubro a mano izquierda un aparato de extraña construcción lleno de bolas y tubos de vidrio así como una serie de números en las columnas laterales. El corazón me dio un vuelco ya que creí hallarme ante la increíble máquina que según la leyenda es capaz de predecir los números que van a salir en la lotería primitiva. Poseído por la curiosidad y deseoso de hacerme millonario para comprar por lo menos cuatro o cinco camisetas interiores de algodón ahora que el tiempo está muy cambiante y a la mas mínima te ganas una bronquitis, me dirigí hacia el personal del control de acceso para inquerir sobre el funcionamiento de tal aparato y, si ello era posible, dónde había que coger número para hacer uso y pasar de la clase baja a la clase superalta sin el menor esfuerzo, que es como más gracia tiene, porque eso de hacerse millonario trabajando lo puede hacer todo hijo de vecino pero oye, millonario de la noche a la mañana eso no lo consigue cualquiera. Muy amablemente me explicaron que el curioso trasto resultaba ser un reloj de agua, algo que cualquier ser no iletrado (es decir, otro que no sea yo) habría podido deducir con la simple observación de las magnitudes en las numeraciones de las columnas, pero en estos momentos se hallaba parado no sé si por los recortes de presupuesto, por avería o porque el encargado de darle cuerda se hallaba de vacaciones.

Sea como sea, mi gozo en un pozo y habrá que seguir usando la misma camiseta interior un día tras otro. Cuando pase la primavera y por fin me la pueda quitar no sé si será con espátula o se despegará como los papeles de las magdalenas, pero bueno, la capa de roña también abriga que al final es lo que cuenta.