Cantabria está sembrada por todos lados de pequeñas calas playeras. Unas accesibles facilmente, a otras es más complicado llegar. Y a otras, como la Playa de Covachos, simplemente no hubo narices de acercarse. La playa merece la pena, fijaros El aspecto es precioso, resguardada y con su arena oscurita.
Un primer tramo de escaleras plantadas en la roca nos acerca a la arena. Si todo fuese asà de fácil otro gallo nos cantarÃa.
A continuación, un segundo tramo de escaleras nos llevaba… al agua. Supongo que serÃa cosa de la marea alta, pero vamos, que con lo aventurero que soy no me atrevà a saltar ese pequeño tramo que faltaba hasta la arena por varias razones. La primera es que me iba a mojar los pies y llegados ciertos años no apetece jugar a pillar un resfriado por tonto. La segunda es que no sabÃa si la marea estaba subiendo o bajando, y si tras dar una vuelta por la playa habÃa subido el nivel del agua, me quedaba allà metido unas cuántas horas. Y lo peor, si bajo a la playa mis dos perros se vienen detrás. Volverlos a subir por una roca empapada con olitas mojándome los pies iba a ser una odisea, de modo que tiempo habrá para visitar esta playa en otro momento que los hados sean más favorables.
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