Por los puertos de Aliva (I)

Hoy toca empezar con otra nueva serie de mis aventuras por las montañas que ya anticipé aquí. Hace un par de sábados nos acercamos hasta Fuente De con intenciones de subir el teleférico y desde allí hacer la ruta por los puertos de Aliva hasta Espinama. Todo bastante llano y cuesta abajo para que, en vez de ir solo como es habitual, pudiera acompañarme la parienta en esos nueve kilómetros y medio. Este es el mapa del itinerario.
Mapa de la ruta

Hay otra versión en la que se vuelve directamente a Fuente De por el medio de un bosque sin pasar por Espinama, corresponde con el sendero PR-PNPE 24 y se pueden ver descripción y mapa en la web del ministerio de Medio Ambiente.

Acostumbrado a ir en días de diario donde no hay más de cuatro pelagatos en el teleférico, llegamos ese sábado y la cola de esperantes era impresionante. Vale, no pasa nada, que todos los problemas sean esperar un rato. Suben veinte personas en cada viaje del teleférico, tendríamos delante otros cien excursionistas esperando, el viaje dura cuatro minutos más lo que se tarda en bajar los que llegan y entrar en la cabina los que quieran subir, más o menos unos diez minutos por cada grupo de veinte. El que sepa sumar, restar, multiplicar y dividir que calcule. Para quien no quiera gastar neuronas en operaciones matemáticas, llegamos a Fuente De sobre las once y en el ticket figura la hora en la que (más o menos subimos).
Tickets del Teleférico
Obsérvese también que son tickets de solo ida, diez euros en vez de los dieciséis habituales, porque como se puede apreciar en el mapa no haríamos la vuelta en el teleférico.

Nos encaminamos a la curva bautizada como «La Vueltona» y casi desde allí pudimos ver por fin el panorama de los Puertos de Aliva. La ruta empieza aquí por la izquierda hasta llegar al centro del valle. Siguiendo de nuevo por la izquierda al pie de esa montaña grande se va en dirección a Sotres y saliendo por la derecha se va hacia Espinama.
Puertos de Aliva
Pasamos detrás de Peña Olvidada y sus mil millones de piedras desprendidas. Esa misma mañana mientras esperábamos abajo vimos el helicóptero de rescate despegar desde el Mirador del Cable. Eso normalmente suele significar que alguien se dio la piña. Concretamente un montañero que escalaba Peña Olvidada y al que una de esas mil millones de piedras le cayó en plena cara y tuvo que ser evacuado al hospital de Valdecilla.
Pared de piedra detrás de Peña Olvidada
Milagro, en junio y aún quedan neveros. Lo más curioso es que esta pared está orientada hacia el sur, que se supone que es donde más sol va a darle y donde más debería calentar. Sin embargo el nevero aguantaba como un campeón.
Nevero en la ruta
Otro nevero de menor tamaño junto con un arco de piedra en lo alto de la montaña. Suerte que está bastante inaccesible sino habría en las redes sociales un trillón de fotos hechas ahí por la gente con su paloselfie.
Arco de piedra
Dos turistas extranjeros (de eso me enteré al pasarles al lado y oirlos hablar) disfrutando de un asiento con unas vistas maravillosas.
Asiento con vistas
Seguimos bajando por el camino, bastante ancho, nivelado y sin exceso de piedras que hagan resbalar, y al fondo vemos el primer hito de la ruta: el chalet del Rey.
Llegando al chalet del Rey
Que viene siendo esto, un chalecito de verano hecho en 1912 para que Alfonso XIII pudiera venir a pegarle tiros a los bichos más comodamente, ya veo que eso de matar animales esta familia lo lleva en la sangre. Podéis leer la interesante historia completa del chalet real en esta web sobre el valle de Liébana.
Chalet del Rey
Seguimos ruta, una ojeada hacia atrás para ver el chalet al pie de Peña Vieja (a la derecha) y Peña Olvidada (el pico de la izquierda).
Chalet del Rey desde abajo
El paisaje por aquí no es un secarral como cuando vas a la Cabaña Verónica. Más bien son praderas en las que pastan unas cuántas ovejas, vacas y caballos. El sol ya empezaba a apretar y vimos que las ovejas se iban agrupando. Qué raro, ¿no tendrán más calor todas juntas? Pues no, nos dimos cuenta que en realidad lo que hacían era aprovechar las rocas para poner la cabeza a la sombra. El cuerpo les daba igual, pero la cabeza a la sombrita. Todas menos la de arriba que nos contemplaba vigilante por si acaso.
Ovejas a la sonbra
Otro caballo-salchicha de esos tan largos que la parte delantera asoma por un lado de la roca y la trasera por otra, el primer caso lo había visto en la Estación de Esquí de Lunada y aquí está el segundo (si cuela, cuela…).
Caballo extralargo
Poco después nos íbamos acercando al Refugio de Aliva, con hotel, restaurante y cafetería donde haríamos parada, cambio de agua al canario y cervecita sentados en la terraza disfrutando de las vistas como unos reyes, pero eso y la continuación de la ruta lo dejaremos, como no, para la siguiente entrada.
Llegando al Hotel Aliva

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