Pringar y pringar, todo es empezar

Hace tiempo me planteé un reto, escribir la segunda parte del Quijote. Todavía no me he puesto a ello, pero para entrenar he hecho esta entrada dividida en premisas, conclusiones y corolario, como me enseñaron en las clases de filosofía que cuántas buenas siestas patrocinaron en mi juventud. Avisados quedáis…

Premisa A

Gran parte de mi vida ha transcurrido con la informática por trabajo y la fotografía por afición. Es decir, que siempre he tenido todas las rifas para pringar, porque ya que tú sabes ¿porqué no me reinstalas el Windows que mi hijo lo ha escoñado enterito? ¿Porqué me salió el otro día un mensaje que no recuerdo mientras navegaba por internet en una página de la que tampoco me acuerdo el nombre? ¿Porqué el ordenador me va lento si yo no he tocado nada (y la lista de programas piratas instalados es más larga que la noche en el polo norte)? Me acaba de salir un mensaje y le di a aceptar, ¿pasa algo? ¿Qué qué decía el mensaje? Ni idea, el informático eres tú. ¿Porqué no vienes con la cámara al bautizo del niño, nos sacas unas cuántas fotos a todos y cada uno de los asistentes y me las mandas nada más acabar la ceremonia? ¿Y si me caso me sacas tú las fotos para ahorrarme el fotógrafo? Total, sólo es apretar un botón…

Premisa B

Para los que no lo sepáis, mi parienta compagina el trabajo con su elefantiásica devoción por la moda y con una suerte que no se la cree ni ella. Hace ya casi tres añitos a la jefa le dio por querer transmitir al mundo sus inquietudes trapísticas de modo que un día así como quien no quiere la cosa me propuso que le creara un blog para hablar de cositas de moda, y tú tranquilo, que ni te va a dar trabajo ni nos va a dar gastos. Incauto de mi, inocente corderillo desconocedor de las múltiples caras que adopta el lobo feroz, acepté. Si ese día justo antes de decírselo me hubiera caído la lámpara del techo en la cabeza y me hubiera borrado el historial de la última hora, qué bien me hubiera ido en la vida.

Ese blog que empezó como un entretenimiento pasó a tener cuatro visitas y unas seguidoras, mas visitas y más seguidoras, muchas más visitas y muchas más seguidoras, la parienta metiendo contenidos a ritmo de AVE pero lo que es mantenimiento, copias, solución a problemas, quitar spam y demás historias le ha caído al tonto de la casa (no hace falta decir quien) porque el informático eres tú y de eso sabes mucho más que yo. Por cierto, me acaba de salir un mensaje y le di a aceptar, ¿pasa algo? ¿Qué decía el mensaje? Ni idea, ¿no quedamos en que el informático eras tú?… ah, y necesito renovar todo el vestuario que al que tengo ya le sacamos muchas fotos…

Pero como presagia el famoso dicho, toda mala situación es siempre susceptible de empeorar. Ese blog se juntó con otros de temas profesionales así que pasaron a ser dos, luego tres, cuatro, cinco, menos mal que dios es piadoso con los tontos de remate, dos han finalizado su misión y otros dos están bajo mínimos, sino en el Vamos a Cantabria iba a publicar fotos sólo mi prima la de Cuenca.

Un día la parienta me pregunta qué es eso del Facebook que las demás blogueras de moda lo tienen todas. En ese momento el trozo de chuleta que me estaba comiendo se me queda atascada en la epiglotis, un claro reflejo de que el cuerpo cuando ve venir tormenta, reacciona sabiamente intentando ahogarte para evitar un dolor futuro superior. Así acabó uno peleándose para configurar una cuenta de mi querido Facebook. Tiempo después, al sol, descansando de una agotadora jornada de reposo llega un día en que esa voz que atrae los negros nubarrones sobre mi cabeza dice «Y eso del Twitter que tienen todas las blogueras en el móvil es muy complicado de poner…». El resto ya os lo imagináis, aderezado con un mar de lágrimas, rechinar de dientes y crujir de huesos.

Conclusión A

No sé cómo lo consigue, pero aparecemos invitados a desfiles, eventos y otros acontecimientos sociales, a veces porque lo busca y a veces porque nos caen de rebote. Esas invitaciones van desde un simple desfile benéfico hasta la Madrid Fashion Week que acaba de finalizar. A cuenta de ello conoce (y ya de paso un servidor también) a un montón de gente primero allá y ahora en Santander que habitualmente asisten a estas historias. Por unos invitados conoce(mos) a otros, por unos eventos nos llegan las invitaciones para otros y así sucesivamente. Luego vino contactar con fabricantes de ropa, conocer gente de las empresas, le mandan fotos con anticipos de colecciones, le prestan conjuntos de ropa sin problemas, la llaman cuando tienen novedades… la leche. Un buen trabajo de relaciones públicas, os diréis. Yo, que sé la verdad, que lo he vivido junto a ella, os puedo decir que buena parte de estas bicocas han salido de la forma más inesperada y otras tantas a base de unos rebotes increíbles. Cuando digo que es la mujer con más suerte del mundo (no sólo por conocerme a mi) no me desvío de la verdad ni un milímetro.

Conclusión B

Hete aquí que la asistencia a un evento, desfile o demás implica sacar fotos para luego publicarlas y comentarlas en su blog. Vamos a ver, ¿quién de esta casa tiene una cámara y sabe manejarla? Yo, escondido tras el sillón como una rata porque ya sabía el amargo destino que se ocultaba tras la respuesta a tal pregunta hice todo lo posible por resistirme e incluso amenacé con sacar los reportajes a base de compacta, pero ni con esas, una casa es como un barco donde hay un capitán que manda y uno o varios marineros cuya principal misión es obedecer las órdenes del capitan, ver, oír y callar. Cómo decía el chiste, en mi casa yo siempre tengo la última palabra: «Si, cariño». La doña, que para algo es Licenciada en Psicología, utilizó todos los conocimientos adquiridos durante su larga trayectoria profesional para convencerme. Dijo esa famosa frase que a los hombres tanto nos hace pensar en la futilidad de la vida, la esencia de la felicidad o el constante devenir de los vaivenes en la vida humana: «Y si no quieres… atente a las consecuencias». El final de la película ya os lo imagináis.

Pues nada, que sepáis que tengo una segunda personalidad como Superman pero con los calzoncillos por dentro. Aquí donde me véis me veo en la sistemática y penosa obligación de ejercer como reportero de moda (algo que ya había anticipado) con mi maravilloso equipo fotográfico comprado todo de segunda mano con la intención de dedicarlo al paisaje curioso, al retrato jocoso y a la fotografía dominguera. Y digo penosa obligación no porque no me guste, sino porque en eventos como aquel al que asistimos ayer me sitúo junto a fotógrafos de verdad cuyo flash ya vale más que mi cámara, mi objetivo y mi flash juntos, y su equipo fotográfico cuesta más que la suma del mío más mi coche y las joyas de la parienta. Por la zona de prensa se ve una asombrosa abundancia de cámaras de las de seis mil euros pegadas a tantos objetivos carisisísimos que ni que los regalaran en el Carreful. Por el medio, uno de poco pelo con una cámara Nikon ya no de gama baja sino profunda, un objetivo chiquitito de ciento cincuenta euros y un flash que alumbra menos que un candil. Mi única ventaja es que la experiencia en otros temas hace que uno sepa moverse medianamente bien antes, en el medio y después de los desfiles. Antes porque veo llegar fotógrafos que se colocan en cualquier lado y hala, a lo que salga. Uno con su mejor educación llega un rato antes, habla con la gente de la organización para ver qué va a pasar, cómo y dónde sale el personal, aviso que por si acaso tengo que meterme por medio para sacar una foto tan pronto la saque me retiro a toda mecha, si puedo me voy al backstage a ver el mapa de cómo serán los movimientos, cuántas y qué modelos van a salir, etc. En cuanto localizas algo como ésto las cosas siempre resultan más fáciles:

¿Resultado? Que sé cuáles son los mejores lugares para colocarse, gente de la organización me ha visto y me permiten hacer alguna de las mías, etc. Todo ello sin ninguna acreditación y con un equipo de pena, pero siempre lo dije, si no hay medios habrá que poner ingenio…

Lo de moverse después lo digo porque (y por favor, guardarme el secreto) tras estos saraos suelen empezar a hacer como que desmontan para que la plebe se vaya marchando y cuando te das cuenta quedan sólo aquellos que más tienen que ver con el asunto, que al final se conocen todos o casi todos, aparecen como por arte de magia botellas de champán, la gente más distendida sin la presión del desfile, puedes charlar con unos y otros, conoces a gente que merece mucho la pena y ahí sí que se disfruta. Incluso nos sucede como ayer, que nos cruzamos con el alcalde de Santander y se paró a hablar con una pareja a nuestro lado. Le pregunto a la parienta si quiere foto con él. La parienta responde que le da corte pedírselo. Espera y verás. En cuanto el señor alcalde finaliza su conversación, le presento a mi parienta (a riesgo de mi propio futuro, que si buscáis en internet debe ser el alcalde mas guapo de toda España y yo, como habitante más tonto de la zona le pongo delante a una rubia de bastante buen ver, fina y educada que quiere retratarse con él) como bloguera que hace promoción de la moda santanderina y ambos los dos como pareja fascinada por la vida social y la animación que tiene esta ciudad. Repartiendo lisonjas a diestro y siniestro no es complicado en absoluto entablar una agradable conversación por ambas partes que finalizó con el deseado retrato de mi parienta junto al alcalde, retrato que por cierto ha impreso, enmarcado y puesto en la mesilla de noche. Yo no sé si empezar a desconfiar, pero bueno, a lo mejor es que le gusta el marco del retrato y aprovechó la foto para rellenarlo, no por otra cosa.

Finalizado el desfile y recién llegados a casa enseguida la directora del blog de moda se pone en contacto conmigo para requerir las fotografías con la máxima urgencia que el evento requiere. Total, si eso de la fotografía es sólo apretar un botón y si lo hacen los del Vogue no veo porqué tú vas a ser menos.

Corolario

Corolario, y epílogo, que ya va siendo hora y aún no hablé de Sancho Panza ni de los molinos. Molinucos, por cierto, aquí en Cantabria. Para que veáis cómo con una cámara del año de la nana, un objetivo de gama baja y un flash para cámaras de juguete aún se puede hacer algo decente, va una serie de fotos para disfrute de la vista mayormente. Primero la típica perspectiva del acto (a lo bruto), suelo irme dando una vuelta de un lado a otro y sacar desde varios ángulos, entorno, público, ambas cosas a la vez, todo para hacerse una composición del lugar.

Empieza el desfile, hay que pillar (en el buen sentido de la palabra) alguna modelo con la marca o el logotipo del fabricante al fondo, que eso siempre luce. Aquí sólo muestro una pero si en una hora saco cuatrocientas fotos, suelo tener varias de cada tema.

Desfilar no sólo son las modelos, son ellas y el público. Habrá muchas fotos de las modelos, pero también quiero que se vea cómo está el personal, cómo las ven a ellas, cómo las siguen y todo eso.

Como decía, fotos de las modelos hay unas cuántas. Me busqué un sitito al final de la zona hacia donde desfilaban así que las tenía un buen rato de frente, un buen rato de espaldas y cuando se paraban aprovechaba para fotografiar detalles concretos del traje. Para estas cosas uso un objetivo 55-200 con estabilizador que me permite hacer todo lo que digo anteriormente con facilidad.

Al final de la alfombra negra que hace de pasarela las modelos suelen posar, ponen una posturita, se giran, otra posturita y se vuelven. Si de frente ven un tipo que las está friendo a flashazos alguna debió pensar que debía ser del National Geographic por lo menos y también se me paraban delante a poner una posecita. Supongo que será por eso, dado que mi sex-appeal viene a ser equivalente al de los monos de Gibraltar y por mucho que les decía a las modelos que me llamaran luego, ninguna lo hizo. Puede influir también el hecho de que ninguna sabía mi teléfono, pero bueno, si se enteran que soy informático seguro que alguna se las arreglaba para conseguirlo por un problema que tiene con el portátil.

Unas fotos te salen mejor, otras peor, yo sigo con mi filosofía de que un buen fondo es media foto así que procuro tener fondos bonitos y neutros donde lo más destacado sea la belleza de las modelos. Con lo que no puedes contar a veces es que una modelo espectacular con unas piernas mas largas que un día sin pan, un vestido monísimo y un abrigo precioso, sólo por jorobar te sale la pata de un altavoz en medio. Hay que ver qué mala baba tienen estos altavoces sobre todo cuando los ninguneas y no quieres retratarlos.

La prueba suprema del fotógrafo profesional. Quien sea capaz de estar viendo ésto por el visor de la cámara, sacando fotos seguidas y no inmutarse es por una de dos razones, o bien eres un fotógrafo profesional entre los profesionales, serio, formal, centrado en tu trabajo, o bien tienes a la parienta detrás haciendo estiramientos para practicar el «descabezar pollos de un solo golpe con el dorso de la mano». No os diré cuál fue concretamente mi caso, pero profesional, lo que es profesional, soy menos que el cariño que le tengo a mi cuello.

El último vestido fue de novia, con una puesta en escena donde ella se fue en el mini que se ve en el fondo de alguna de las fotos de arriba. Finalizaba el evento y a partir de ahí empezaba lo bueno, hacer el paripé disimuladamente para dejar pasar el tiempo y a ver por donde aparecía el champán y la fiesta.

Y no, no hago bodas por si es que os váis a casar pronto. Y no, no hago bautizos por si tu mujer está a punto de dar a luz. Y no, no hago comuniones salvo que el niño comunionero vaya de marinerito con pantalón corto porque no quiero perderme algo que le arruinará la autoestima el resto de su vida. Y no, no es sólo apretar un botón. Y no, no soy un calzonazos, es que la quiero un montón y cuando la parienta me mira con esa carita del gato de Shrek no sé decirle que no. Y no, no me ha salido la segunda parte del Quijote sino la secuela de «Historia de un idiota contada por él mismo o El contenido de la felicidad», de Feliz de Azúa. Es mi sino, qué le vamos a hacer.

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