Una vez hecho el camino que lleva desde Bostronizo a la Ermita de San Román de Moroso vamos a ver detallitos varios del lugar. Aquà dejaba la primera parte del relato, justo a la entrada del recinto de la Ermita.
Como ermita, grande, lo que es grande, no es. Unos diez o doce metros de ancho por cinco de ancho. Por delante una puerta con un arco de herradura y por detrás ninguna abertura por la que contemplar el interior. Parece haber tres ventanitas de dimensiones mÃnimas pero a una altura que hace imposible acceder a ellas sin escalera.
Por este lado tres cuartos de lo mismo, un agujerito de una cuarta de ancho a la derecha, a media altura, y nada más. Poco gastaron en ventanas, ya os lo digo yo.
Tiene campanario doble… pero ninguna campana. Un poco más abajo hay una abertura en la pared por la que se podrÃa ver el interior si no estuviera tapada y bloqueada desde dentro con una tabla.
Pocos detalles y pocos ornamentos tiene la ermita. Cero canecillos pude contar. Gracias a la wikipedia he podido aprender una palabra nueva: modillón. Se trata de esas partes de cornisa que hacen de adorno. Pues aquà hay varios modillones, con cuatro dibujos en cada uno que pueden ser estrellas de seis puntas o esvásticas curvas, distribuidos al tuntún.
Evidentemente, lo más llamativo es el arco de herradura en la puerta de entrada. Delante también reposan los restos de un sarcófago.
Aquà se puede ver mejor, en medio de uno de esos sol y sombras que tanto odio porque te obligan a pasar la foto bien pasada por el photoshop o no hay quien distinga nada en la zona oscura.
Contra un árbol estaba apoyado lo que parece ser un trozo de otro sarcófago. O eso, o un asiento de piedra. O un bebedero de ovejas. O un cenicero de gigantes. O una churrasquera para los domingueros. Quien sabe qué será.
Mucho me llamó la atención ver en el cercado alrededor de la ermita gran abundancia de alambre con unos pinchos que le quitan a cualquiera las ganas de echarle mano. Evidentemente como uno es ligeramente cafrecillo y está vacunado contra el tétanos, le eché mano con cuidadito a ver si pinchaba y os puedo garantizar que sÃ, pincha, asà que procurad no tropezar con él. No sé para qué lo pondrán, si total se puede pasar por la puerta del recinto perfectamente. ¿Será por los animales sueltos?
Pues ya véis, esto es todo lo que habÃa en la ermita. Me hubiera gustado ver el interior, pero ya se sabe que gracias a los robos de patrimonio nos podemos ir olvidando del tema salvo en fechas especiales. Lo mejor de todo sin embargo fue poder sentarse allà al lado, en pleno bosque, escuchando el viento entre los árboles, los pájaros cantar y el rÃo corriendo un poco más abajo. Una hora de relax, de disfrutar la tranquilidad… y de irse haciendo a la idea que nos quedaban tres kilómetros y media de subida al sol por una pista de monte para llegar hasta donde habÃamos dejado el coche.