Vamos con la tercera y última etapa de la visita al Museo de Arte Moderno y Contemporáneo santanderino, tras una primera y segunda parte en la que, nunca mejor dicho, nos habÃamos quedado al pie de la tumba. Hoy vamos a ver la planta superior. Allà habÃa de todo, asà a bote pronto me dio la impresión de «en cada pared una obra sea de lo que sea». Voy echando una ojeada a cuadros, cosas de metacrilato hasta que veo una especie de caja de cristal llena de muñequitos.
¡Anda! ¡Cumpleaños en casa de Hannibal Lecter! ¡Ñam, ñam, qué rico!
(Si, efectivamente, eso es una obra y estaba en el Museo de Arte de Santander).
Ostras, el tipo ese del cuadro grande de la pared de enfrente me suena de algo, hasta casi dirÃa que lo he visto en algún libro.. pues sÃ, un Fernando VII de Goya ahà mismo para mi solito, si hubiera llevado un spray casi habrÃa podido pintarle un bigote tan ricamente. No es muy recomendable porque la sala sólo tiene una puerta, en ella se halla un guardia y ni por un momento dudo que en cuanto vieran un spray desenfundarÃan el garrote de los domingos para darme como a una estera.
Esto es a lo que me referÃa hace un momento cuando hablaba de batiburrillo. Cuadros de unos, de otros, arriba, abajo y en el suelo una alfombra redonda con esas cosas encima. En cierto modo me recordaban a algunos ex-clientes: un montón de capullos.
Para finalizar, ya que no me voy a extender con cada obra porque habÃa un mogollón y yo iba sacando las fotos de estrangis con el móvil, un par de esquinitas más. Pues eso, batiburrillo, obras y más obras, fotos, cuadros, todo cubriendo la pared de arriba abajo.
Otra esquina, igual sensación. Curioso que el cuadro de la izquierda, ese todo gris, era de un pintor orensano aunque no podrÃa deciros cuál porque no hay peor apuesta que confiar en mi memoria…
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