El uno de noviembre además de Halloween fue el dÃa de Todos los Santos, ese en que hay aglomeraciones en los cementerios porque la gente suele llevar un ramo de flores como recuerdo y este año por culpa de una barandilla en mal estado casi pasan dos señoras del bando de los vivos al bando de los muertos.
Un servidor está eximido de tales asuntos asà que me fui a dar una vuelta por Mataleñas y Cabo Mayor. Me sorprendió ver varios ramos colgados de la valla que han puesto por la parte de detrás, esa que evita la caÃda por el acantilado donde antaño tiraban gente para darle pasaporte o últimamente saltaba gente para suicidarse, alguno incluso con el coche puesto.
Por suerte mi visita a ese lugar era por motivos más agradables, concretamente unos chipirones a la plancha en el chiringuito del faro. Estaban de muerte, nunca mejor dicho. Grandes, blanditos, en su punto, menudo descubrimiento, para mi gusto le dan mil vueltas a las rabas aunque seguro que algún santanderino promueve mi excomunión y ejecución en la hoguera por decir semejante herejÃa.