Un domingo cualquiera (VI)

Vamos con el penúltimo capítulo de mis andanzas domingueras a principios de marzo. El quinto episodio era en las cascadas del río Gándara y de allí salimos en dirección al nacimiento del río Asón, aunque conmigo ya se sabe, uno va para un lado pero el destino lo acaba llevando para otro y acabo sabe dios dónde. Pasó lo que tenía que pasar. Llego al cruce por el que se va al puerto de la Sia. Esa misma mañana había visto la situación de los puertos de montaña y lo daban como abierto pero con obligación de cadenas. Qué cosas… para necesitarse cadenas yo diría que hay poca nieve, así que eso hay que verlo de cerca. Allá vamos, total son diez minutos de desvío (que luego se convierten misteriosamente en cuarenta, pero bueno, siempre me pasa lo mismo así que ya no me asusto). Para quien no lo conozca, el puerto de La Sia es un paso a 1246 metros de altura por allá arriba, al fondo a la izquierda.
Subiendo al puerto de La Sia
Había nieve, pero sigo diciendo que no era mucha para lo que es esta zona. Unos días antes (cuando el gran temporal de febrero) todo esto estaba requetecubierto de blanco y la carretera absolutamente impracticable.
Cabañas en la subida al puerto de La Sia II
Cabañas entre las montañas, debe ser entretenido lo de quedarte aislado una semana aquí, sin internet, no sé si habrá televisión, sin posibilidad de alejarte más allá de unos metros porque te entierras en la nieve o la ventisca te vuelve a meter dentro de casa. Algún año hay que experimentarlo, de veras.
Cabañas en la subida al puerto de La Sia I
Allá vamos poquito a poco, sube que te sube sin parar y efectivamente, no hacían falta cadenas para llegar arriba. Fijaros cómo la carretera estaba despejada. En algunas zonas más cercanas a las laderas sólo estaba libre el espacio que había dejado la quitanieves al pasar (uno de los dos carriles) pero para el escaso tráfico dominical llega y sobra. Este es el Batman que hay delante del refugio situado en lo alto del puerto.
Murciélago en el puerto de La Sía
La curiosidad siempre pudo conmigo, así que una vez arriba oigo esa vocecita en mi cabeza que me pregunta «¿Y por el lado burgalés del puerto estará igual de nevado?»… vaya… ¡eso hay que verlo! Empieza el descenso de otra vertiente y sí que había más nieve, unos sesenta o setenta centímetros por los lados. La carretera era nuevamente sólo un trozo del ancho que limpia la quitanieves.
Bajando desde el puerto de La Sia I
Aquí se aprecia mejor. La parienta, que no es mucho de pasar frío, por eso de no irse sin tocar la nieve abrió la ventanilla, sacó el brazo y hala, a toquetear los laterales mientras circulábamos para quitarse el antojo. Sólo le faltó hacer una bola de nieve y tirármela.
Bajando desde el puerto de La Sia II
Nada que ver con la parte cántabra. Si aquí aún ahora se podían sacar fotos como ésta veinticinco días después del gran temporal, no me quiero ni imaginar lo que debió ser esa primera semana de febrero con todo lo que cayó. En algunos lugares veíamos un metro de nieve, ¿qué habría hace tres semanas? ¿Dos metros de nieve acumulada? ¿Tres?
Estaca cerca del puerto de La Sia
En fin, ¿entendéis porqué mis desvíos de «diez minutos» se acaban convirtiendo en cuarenta. En cuanto vimos que disminuía el grosor de la nieve buscamos un lugar donde dar la vuelta y hala, desandando el caminito para irnos definitivamente al Nacimiento del Asón antes de que se vaya el sol y me quede sin luz para inmortalizarlo.

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