Vamos con el penúltimo capÃtulo de mis andanzas domingueras a principios de marzo. El quinto episodio era en las cascadas del rÃo Gándara y de allà salimos en dirección al nacimiento del rÃo Asón, aunque conmigo ya se sabe, uno va para un lado pero el destino lo acaba llevando para otro y acabo sabe dios dónde. Pasó lo que tenÃa que pasar. Llego al cruce por el que se va al puerto de la Sia. Esa misma mañana habÃa visto la situación de los puertos de montaña y lo daban como abierto pero con obligación de cadenas. Qué cosas… para necesitarse cadenas yo dirÃa que hay poca nieve, asà que eso hay que verlo de cerca. Allá vamos, total son diez minutos de desvÃo (que luego se convierten misteriosamente en cuarenta, pero bueno, siempre me pasa lo mismo asà que ya no me asusto). Para quien no lo conozca, el puerto de La Sia es un paso a 1246 metros de altura por allá arriba, al fondo a la izquierda.
HabÃa nieve, pero sigo diciendo que no era mucha para lo que es esta zona. Unos dÃas antes (cuando el gran temporal de febrero) todo esto estaba requetecubierto de blanco y la carretera absolutamente impracticable.
Cabañas entre las montañas, debe ser entretenido lo de quedarte aislado una semana aquÃ, sin internet, no sé si habrá televisión, sin posibilidad de alejarte más allá de unos metros porque te entierras en la nieve o la ventisca te vuelve a meter dentro de casa. Algún año hay que experimentarlo, de veras.
Allá vamos poquito a poco, sube que te sube sin parar y efectivamente, no hacÃan falta cadenas para llegar arriba. Fijaros cómo la carretera estaba despejada. En algunas zonas más cercanas a las laderas sólo estaba libre el espacio que habÃa dejado la quitanieves al pasar (uno de los dos carriles) pero para el escaso tráfico dominical llega y sobra. Este es el Batman que hay delante del refugio situado en lo alto del puerto.
La curiosidad siempre pudo conmigo, asà que una vez arriba oigo esa vocecita en mi cabeza que me pregunta «¿Y por el lado burgalés del puerto estará igual de nevado?»… vaya… ¡eso hay que verlo! Empieza el descenso de otra vertiente y sà que habÃa más nieve, unos sesenta o setenta centÃmetros por los lados. La carretera era nuevamente sólo un trozo del ancho que limpia la quitanieves.
Aquà se aprecia mejor. La parienta, que no es mucho de pasar frÃo, por eso de no irse sin tocar la nieve abrió la ventanilla, sacó el brazo y hala, a toquetear los laterales mientras circulábamos para quitarse el antojo. Sólo le faltó hacer una bola de nieve y tirármela.
Nada que ver con la parte cántabra. Si aquà aún ahora se podÃan sacar fotos como ésta veinticinco dÃas después del gran temporal, no me quiero ni imaginar lo que debió ser esa primera semana de febrero con todo lo que cayó. En algunos lugares veÃamos un metro de nieve, ¿qué habrÃa hace tres semanas? ¿Dos metros de nieve acumulada? ¿Tres?
En fin, ¿entendéis porqué mis desvÃos de «diez minutos» se acaban convirtiendo en cuarenta. En cuanto vimos que disminuÃa el grosor de la nieve buscamos un lugar donde dar la vuelta y hala, desandando el caminito para irnos definitivamente al Nacimiento del Asón antes de que se vaya el sol y me quede sin luz para inmortalizarlo.