Un saltito a Madrid

A fin de asistir a una reunión de blogueras de moda en un centro comercial abierto de alto standing en Madrid (Las Rozas Village), la señora parienta requirió mis servicios para ejercer de chófer (a veces me siento como Morgan Freeman en «Paseando a Miss Daisy»), fotógrafo, aguanta paquetes y apoyo moral en momentos de cansancio. Como uno es perro viejo, de camino aproveché una salida de autopista para desviarnos y dedicarme por un rato a uno de mis mejores entretenimientos, circular por carretera nacional, observar paisajes, curiosidades, bichos, fotografiar toros de Osborne y demás.

Llegados a Madrid, efectivamente, el centro comercial tenía muy buena pinta. Con forma de calles de pueblo y tiendas a ambos lados, las marcas eran de esas que los productos fuera de rebajas cuestan lo que el salario mínimo español multiplicado por varios.

Mes de agosto, Madrid, aquello presagiaba un calor de morirse pero no. Se llevaba bastante bien gracias a un sistema de refrigeración que tenían colgando de los árboles y que espolvoreaba agua pulverizada sobre la gente. Un gustazo poner la cara y sentir las gotitas de agua en toda la jeta una y otra vez. Un gustazo bajar la vista y ver la cámara que llevas colgando del cuello llena de gotitas de agua… ¡ay madre, que como se averíe y no haya fotos para el blog me mata la parienta!

Empieza el evento. Nos recibe la relaciones públicas del centro comercial para explicarnos cómo funciona la cosa. A mi me dan un «Photopass» o tarjeta plastificada que dice que saco fotos, gracias al cual nos permitieron retratar de todo en el interior de unas cuántas tiendas. Ganas me dieron de irme a los probadores para ver si un «Photopass» además protege de las tortas múltiples y reiteradas, pero a esas ideas peregrinas mías mejor no hacerles mucho caso que suelen acabar mal.

Sitio fino, ya digo, incluso con bancos en medio de las calles por si te apetecía descansar y relajar los pies un rato, algo que siempre es de agradecer. Y no sólo bancos, sino bancos con cojines.

Sitio fino sí, pero Madrid es Madrid así que los cojines con antirrobo si no quieren que aparezcan en el sofá de algún hogar de Vallecas o Carabanchel bajo.

Por lo demás todo bien. Al anochecer cocktail en una terraza del centro comercial, invitación a canapés y bebercio vario antes de despedirnos para hacer aún otra hora de camino, que en principio íbamos a dormir en Torrelodones (a cinco minutos) pero sabiendo que estaba cerquita de Avila parentela muy apreciada por nuestra parte a la que no veíamos desde hacía tiempo, me tocó pegarme el tute de chófer nocturno mientras la doña se echaba el cuarto sueño del día y recorrer ciento y pico kilómetros antes de poder dar por concluida la actividad de la jornada.

Como se ve estaré en paro, pero parar, no paro…

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