Ya que el Buque Cantabria iba a pasar por Santander y serÃa visitable durante tres dÃas, allá me fui a echar una ojeada porque a mi todo lo que sea de la Armada, aviación militar o trastos como cañones y misiles me interesan un rato largo. El barquito estaba aparcado justo detrás de la (horrorosa) Estación MarÃtima.
En la foto anterior no se aprecia, pero menudo bulbo de proa tenÃa el casco. Hay que ver qué cosa más ingeniosa y cómo lo que parece una tonterÃa contribuye un montón a reducir la resistencia al avance del barco y a aumentar el rendimiento de la hélice. HabÃa leÃdo que sólo esa pieza reduce un 15% el consumo de combustible, casi ná, al precio que va la gasolina ya podÃan inventar algo similar para mi Clio.
Tres escaleras habÃa del puerto al barco, dos de bajada y la situada en la parte central para subir.
Era esta. Fijaros qué kitsch, con sus palitroques torneados en madera de escalera casera, esos proyectiles de cañón como soporte final de la cuerda, dos anclas en miniatura y dos cañones dorados a los lados. Si viene Almodóvar creo que con todos estos elementos ya casi tiene material para una pelÃcula entera.
Uno de los cañones ya lo habÃan usado como papelera improvisada en el más puro estilo «todo hueco es papelera«. Muy similar a lo que habÃa pasado con un cañón a la puerta de la Comandancia de Marina de La Coruña.
Esperaba poder ver algún helicóptero, algún cañón, algún lanzamisiles… pues no. Helipuerto tenÃa, pero helicóptero no habia traÃdo. Una pega, claro que con tanto personal circulando alrededor uno se llevarÃa una arandela como recuerdo, otro un tornillito, otro un aspa, el asiento del piloto, el niño que se sube y empieza a tocar los mandos… mejor dejar el helicóptero a buen recaudo que luego se rompe y lo acabamos pagando entre todos.
QuerÃa ver cañones, pero como esto es un barco de aprovisionamiento y lo que hace ese tipo de naves es surtir de combustible a otros, no pegar cañonazos, pues nada, pude sacar una completa colección de mangueras surtidoras de gasolina. No es lo mismo pero qué se le va a hacer. Menos da una piedra.
La proa no era visitable, pero desde el puente de mando se tenÃa una perfecta vista de la parte delantera, del puerto de Santander y del Centro BotÃn, que sigue lleno de andamios por fuera con aspecto de ir leeeeento, leeeeento.
Una placa indica los datos generales del barco: largo, alto, ancho, claro que como esta gente habla raro le llaman eslora, manga, puntal y cosas asÃ. Casi ciento ochenta metros de largo, menudo bicho. El «Juan Carlos I» que es el barco más grande de la Armada actualmente mide 231 metros asà que éste tampoco se queda muy atrás.
Y de alto también va servido, a unos quince metros de altura debÃa estar mientras leÃa la placa. Normal que la gente se viera como hormiguitas allá abajo.
Dentro de unos dÃas tocarán las fotos del interior, aunque no lo pudimos recorrer de cabo a rabo sino tan sólo pasar por el hangar, un compartimento justo detrás y el puente de mando. Una pena porque ya puestos siempre apetece ver el interior, los motores y en definitiva «las tripas del barco».
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