Vuelta al lugar del crimen

Esta semana pasada ha sido de mareas vivas, o lo que es lo mismo, mareas altas muy altas y mareas bajas muy bajas, tanto que hasta dejaron al descubierto en la playa de Somo el afamado pecio con el que tuve yo mis más y mis menos allá por el mes de agosto. Así que llego a la playa para darme una vuelta mañanera con mis perros (aquellos comentarios jocosos o maledicentes sobre lo estresado de mi vida actual serán censurados, aviso) y me encuentro con una arena rojiza, un cielo lleno de nubes, los restos de un barco descansando en la arena de la orilla y mi cámara… huy, en casa… mira que me lo he dicho veces, que no puedo salir sin la cámara, que siempre veo cuatro o cinco cosas dignas de ser retratadas y no es plan tirar siempre de la cámara del móvil. Pues lo siento porque no quedó otro remedio, menos mal que para sacarlas a 800 puntos de ancho con dos brochazos de Photoshop se disimula bastante bien, que si tengo que ampliar un poquito flojean por todos lados.

E insisto en lo que ya dije en su día, si retiraron todo el barco ¿para qué dejaron éste mamotreto en la arena? ¿Para que el tétanos no pase a la lista de las enfermedades erradicadas? ¿Para criar almejas? ¿Para acojonar incautos? ¿Para que la gente tenga algo más que contar de sus vacaciones en Cantabria? ¿Se les acabaría el presupuesto de la retirada dos días antes del final de los trabajos?

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