Parece mentira cómo cambian las cosas en unos metros. A escasa distancia de otra de esas rotondas que meten miedo se encuentra un conjunto escultórico a la vez que palco que me dejó anonadado.
No es por el color amarillo. No es por el reborde en hierro oxidado. Es por esas dos estatuas. Parece mentira que no dejan de ser unos tubos doblados, pero el cerebro inmediatamente lo asocia con un paisano y una paisana bailando. Del izquierdo aún cabrÃa una incertidumbre sobre si es un berbiquà gigante de diseño, pero el de la derecha no ofrece la menor duda.
Se nota que el autor del conjunto tenÃa el dÃa experimentador cuando lo diseñó, baste ver las formas o donde situó la puerta de entrada. Ahora que si asà funciona y les resulta cómodo, no seré yo el que ponga un pero.