Prepararos porque hoy toca nueva sesión de la ruta que sube a Bulnes por la canal del Tejo tras las tres entradas anteriores (la primera, la segunda y la tercera).
Por fin ya no va de subidas y más subidas entre montañas la cosa. En la última entrada habÃa llegado por fin al pueblo, el camino dejaba de ser una cuesta arriba perpetua y habÃa más cosas que ver. La primera, el cementerio.
Si, lo sé, soy raro, pero es que me gustan, qué le voy a hacer. El de Bulnes es bastante pequeñito, pero para los veintipocos habitantes que tiene el pueblo (según el INE) les llega y les sobra. Y si se queda pequeño, con no morirse nadie hasta que lo amplien asunto arreglado.
En uno de los muros del cementerio hay una placa recordando a de Luis MartÃnez «el Cuco», que para su desgracia fue el primer muerto subiendo al Naranjo de Bulnes, junto a las últimas palabras que dejó escritas en una nota. Parece ser que Luis habÃa intentado subir el pico sin comentarle a nadie sus intenciones. Anda, ¿quién me suena que hace eso mismo…? A lo mejor iba el hombre a dar una vuelta por el monte y le pasó lo que a mi, qué pico más bonito, qué buenas vistas debe haber desde arriba, ya que estamos aquà puedo aprovechar y subirlo en dos patadas.
Esta es la entrada a Bulnes. Incauto de mi, pensé que allà estarÃamos cuatro pelagatos pero estaba el pueblo de bote en bote. Pues toda esta gente no subió caminando, asà que los del funicular habrán hecho una recaudación de pelÃcula porque calzándole 21,72 euros a cada pasajero debieron sacar más pasta hoy que en todo el resto del mes.
Llamadme asocial, pero en cuanto veo tanta gente no sé, no me siento cómodo. Hay quien no sabe estar solo, hay quien no sabe estar en silencio, en cambio yo prefiero estar solito y en silencio que en medio de un mogollón de gente que habla demasiado alto y niños asilvestrados berreando sin sentido con el beneplácito de sus padres. Y no es que sea especialmente raro, que me lÃo de cháchara con cualquiera, pero prefiero más naturaleza que cinco bares en cuatro casas y todos casi llenos. Psé, psá, pierde el pueblo mucho interés. Pues me voy a ver Bulnes-Castillo, hala.
Esto es la otra parte de Bulnes en lo alto de una colina. Se tarda un cuarto de hora en llegar, todo en subida, y os puedo asegurar que me costó más hacer ese tramo que las casi tres horas anteriores. Al llegar al pueblo me relajé, enfriaron los músculos, el cerebro se hizo a la idea que ya se habÃa acabado el sufrimiento asà que reemprender la marcha ascendente se me hizo bastante cuesta arriba y nunca mejor dicho.
Nada que ver con Bulnes-Villa. Ningún bar, nadie a la vista, alguna casa abandonada, paz, tranquilidad, rinconcitos para fotografiar sin una marabunta rondando…
Al final del pueblo aparece un mirador. Justo aquà es donde llega el atajo que parte del puente mencionado en la tercera parte del relato. Las vistas, impresionantes. Fijaros el corte en las montañas por el que discurre la ruta.
Media vuelta y se ve la otra parte de Bulnes en medio del valle. Menudo sitio para vivir, recordad que es el único pueblo de Cantabria sin carretera para llegar en coche. Como para ponerse enfermo una noche de invierno. Qué vistas. Qué sitio más majo. Qué solete más rico. El lugar perfecto para sentarse en una roca, sacar papeo de la mochila y comer como un señor con toda la tranquilidad del mundo.
Ampliamos un poco para ver el pueblo. A la izquierda está el cementerio, luego la iglesia y en el centro casas y bares. Arriba a la derecha hay algún molino, cuadras donde guardan ganado y un poco más al centro aunque no se distingue hay un mirador que saldrá en la siguiente etapa del relato.
Poco más me quedaba por ver en Bulnes-Castillo. Cuando empezaba la bajada me fijo que esta casa tiene una cruz encima. Pues será otra iglesia, digo yo. Voy a echar una ojeada por la puerta.
Efectivamente, al fondo se ve un altar con la estatua de un santo. Metemos cámara como buenamente se puede a través de los barrotes y ya tengo foto del interior. Es sencilla, pero funcional. Menuda papeleta para el cura que destinen aquÃ, puedes escoger entre vivir perdido en medio de las montañas o darte una caminata de casi tres horas por la ladera de la montaña cada vez que le toque oficiar misa. Luego se quejarán de la falta de vocaciones, pero que te puedan mandar a Bulnes debe ser como cuando la mili era obligatoria y en el sorteo todo el mundo rezaba para que no les tocara Ceuta o Melilla.
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