Como habÃa prometido, pretendÃa pasar por la fiesta de los Baños de Ola para hacer un relato novelado de lo que allà se vivió. Sin embargo, como dice el famoso dicho «el hombre propone, dios dispone y la mujer descompone». La señora parienta se me puso medio pocha y yo, como buen calzonazos que soy, hube de mantenerme al pie del cañón cuidándola y dándole mimos no vaya a ser que me desherede. Hubo que cambiar el plan y en vez de ir todos los dÃas a horas variadas para empaparme bien de la fiesta, hice lo que habrÃa hecho habitualmente: ir el último dÃa a última hora. Menos mal porque el primer dÃa de la fiesta llovió lo que pudo y más, el segundo dÃa también estuvo pocho, en cambio el domingo estuvo un dÃa de miedo. Sol, calor, gente en la playa y ahà en el centro tenéis la esquinita del paseo del Sardinero donde estaban instaladas las casetas de baño y otras donde vendÃan cosas variadas.
Esta ciudad es muy curiosa, en cuanto sale un poco el sol todo el mundo se echa a pasear. En ese aspecto me recuerda más a La Coruña que a Vigo, mucho carril bici, mucha zona llana donde pasear y la gente con ganas de darle a los pies. Pero cuando digo que sale todo el mundo, era todo el mundo, fijaros qué cantidad de personal andando por la zona del paseo (en el centro de la imagen).
Como fiesta era muy pequeñita. Unas casetitas, un escenario donde en ese momento estaba tocando un grupo todos ellos vestiditos de verde:
Una caseta grandota donde lo mismo vendÃan cuadros, pulseras, libros o anchoas que hacÃan retratos. A la derecha detrás de la valla unas mesas en las que los niños se entretenÃan pintando.
Aquà se ve la caseta grande. Otras tres casetillas similares pero de menor tamaño completaban el tema, vendiendo churros, barquillos y no recuerdo qué más. También habÃa un «mercado marinero» enfrente, pero eso ya lo contaremos otro dÃa.
SabÃa que a ciertas horas iba gente disfrazada con bañadores de primeros del siglo veinte. Pregunté en información y me dijeron que tururú, el último pase habÃa sido ayer. En fin, qué le vamos a hacer. Seguimos caminando y en los Jardines del PiquÃo (allà al lado) nos encontramos con esta pareja. Nos paramos a charlar con ellos un rato y me quedé alucinado porque no sólo eran del siglo pasado los atuendos, sino incluso las formas, la finura, hablando ambos con una educación de esa que ya no se ve hoy en dÃa.
Una gente encantadora, y eso que a casi treinta grados de temperatura esos atuendos tenÃan que ser como una sauna. Foto por detrás para que se vea que no faltaba ni un detalle.
Y esto es lo que pude ver. El año que viene, dios mediante y si la parienta no repite faena, volveremos para comentar más cosas.
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