Me acerco una mañana de sábado a la playa de la Maruca con la sana intención de rascar la barriga al sol, ponerme moreno y descansar de mi habitual ocupación consistente en no pegar un palo al agua ni por recomendación. Veo que está abierto el Centro de Interpretación del litoral de los dos millones y medio de euros, asà que decido hacer un esfuerzo neuronal sobrehumano y en beneficio de los lectores de este blog, entrar a culturizarme para luego poder opinar con fundamento.
Entrada gratis, menos mal, porque últimamente toca pagar por todo y unas tarifas que pa qué os voy a contar. En el interior, un espacio abierto muy grandote lleno de paneles con explicaciones de cosas del mar. En el centro habÃa una excursión de niños a los que les estaban explicando los paneles. Me voy a la otra esquina. Un par de pantallas pasando videos y una pegatina en el marco de la pantalla «No tocar que no es táctil». La gente, que se acostumbra a los tablets, iPads o smartphones y luego se cree que todo aquello que saca imagen funciona igual.
Me perdonarán los autores, pero este tipo de exposiciones me resultan bastante desfasadas y monótonas, más propias del siglo pasado que de éste. Tener semejante pedazo edificio con un contenido tan poco llamativo, pues hombre, parece desaprovecharlo un montón y no sé si la exposición irá cambiando cada cierto tiempo (lo dudo), porque una vez vista tampoco es que invite a volver.
Lo único que saqué en claro fue el funcionamiento de los molinos de mareas. Cuando hice la entrada sobre el Molino de Jado me preguntaba cómo funcionarÃa lo de embalsar agua para mover el molino. Pues mira, ahora ya lo sé.
Y cuando hablábamos de la estatua del pescador de La Maruca también nos preguntábamos que serÃa eso que tenÃa en la mano, si remo o caña. Pues si le hacemos caso a un cuadro pintado por algún joven artista, la respuesta con premio es la caña de pescar.